Jueves,
13 de marzo de 1980
Esta mañana a primerísima hora volvía a
tener contacto con España a través de cartas sin respuesta.
Seguimos en la UNAN, donde nos
impartieron dos charlas y comimos por tercer día consecutivo. Allí, en el
comedor de la UNAN
conocimos a María Auxiliadora, una granadina de América que tenía familiares en
la Salamanca
nuestra. Llevamos comiendo tres días en el comedor de la Universidad cuando hoy
llegó una muchacha de unos treinta años, con la tez morena, fuerte, robusta y
algo tímida hasta que comenzó. Nos confesó que los días atrás nos había estado
observando pero que no se atrevía a hablarnos. Suponía que éramos de Salamanca
porque Paco llevaba siempre un jersey con el escudo de nuestra Universidad y,
lógicamente, con el nombre de nuestra provincia. Ella era profesora en la UNAN,
y su familia estaba repartida desde la guerra por varios países de América.
También en España tenía familiares, no sé en qué grado. Y precisamente en
Salamanca. Quedamos en qué algún día la visitaríamos, pues le gustaría hacer
amistad con nosotros; por lo que concretamos las direcciones y quedamos en
vernos más veces en Nicaragua.
En la tarde si contemplé, por cierto, el
cráter del San Pedro, un "pequeño" pozo en forma de embudo, de seiscientos
metros de profundidad. Ignoro el diámetro, pero no es precisamente una yarda.
Porque la vista engaña, y si no te riges por las leyes físicas, todo es una
ilusión óptica. Para mirar el fondo sin que dé vértigo es aconsejable tumbarte
en la tierra. Con paredes tan verticales cualquiera apostaría por una caída
"tonta" en un vacío de seiscientos metros. Puedes coger el
cronómetro, lanzar con fuerza una piedra y calcular su profundidad. Pero es
inútil. Cuando la ilusión óptica calcula que llegará al abismo, la ves chocar
contra las paredes del volcán. La caída "tonta" se reduciría a un
destripamiento en estas paredes aparentemente verticales. Por eso, físicamente
deduzco que tiene forma de embudo; en cuanto al diámetro, ¿cuántos metros
tiene? ¿cincuenta, cien, tal vez doscientos? Me niego a calcular porque francamente
no sé. Y no sé, porque contemplando el cráter del Nindirí, descubierto por Fray
Blas del Castillo en 1538, cráter que aún conserva, perenne, el humo resultante
de una perpetua ebullición, fui víctima de una ilusión óptica. ¿Cuántos metros
podía tener, allá en el fondo, el diámetro del cráter? ¿ocho, diez, tal vez
veinte? Y, sin embargo, las lápidas te anuncian tu error: "Mirador Boca
del Infierno. Diámetro: 80 metros .
Profundidad: 110 metros ".
¿Sería posible?
Nindirí, Santiago, San Pedro, Popogatepe,
volcanes de una cuarentena que forman la totalidad de esta Nicaragua volcánica,
y que en el complejo volcánico del Masaya sólo veis profanado vuestro paisaje
por la carretera de acceso y los distintos carteles anunciadores de los años de
la lava sedimentada, que sacasteis de otras tantas erupciones.
En el trayecto, Etelvina, nuestra guía
turística, nos habló de un árbol existente en el parque y que asemeja forma
humana, llamado jiñocuabo.
Cuando sobre las cuatro post meridiano
llegamos de regreso a la UNAN, tuvimos una mesa redonda y nos estuvimos sacando
fotos.
Como aún era pronto, estuvimos el grupo
de los castellanos contando chistes, mientras el resto de compañeros se agrupaban
a su modo por sectores, hasta que, llegada la hora, nos repartieron a nuestros
domicilios.
En la UNAN, con la guía turística. 1980. |
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