Jueves,
28 de agosto de 1980
Escrito en España (Desde el Ter, en el
trayecto Madrid - Salamanca)
A las siete menos diez de la mañana, aún
en el avión, había cambiado la hora. A las siete y media comenzó a amanecer
según me dijo más tarde Paco que iba junto a la ventanilla, aunque yo me enteré
a las ocho menos cuarto.
A las ocho y cuarto, como estaba
previsto, aterrizamos en el aeropuerto de Barajas, terminando, luego de pasar
por la aduana en la que no nos miraron, milagrosamente, las maletas, nuestro
ciclo americano. Un nuevo mundo, el antiguo, ya conocido, se abría ante
nosotros.
Nos fueron a esperar Juan y Angelines, la
hermana de Paco, que nos recogió las maletas en el utilitario Seat 600, que dio
honor a su título; atrás quedaron Datsun y Toyotas.
Tuvimos una reunión con el Subsecretario
y el Ministro de Educación, señor Otero Novas, y luego fuimos a Navalcarnero a comer
a casa de Angelines.
Como yo me empeñara que tenía que llegar
esta noche a casa, Juan nos volvió a llevar a Madrid, a la estación del Norte,
donde llegamos con veinticinco minutos de tiempo para coger el Ter que partía a
Salamanca a las siete y diez de la tarde. Tiene estimada su llegada a Salamanca
a las once menos veinticinco de la noche, veremos si es verdad.
Son las diez menos cinco, por la noche ya,
y por supuesto, hora española, pues Nicaragua, que se encuentra ahora a las dos
de la tarde, ya es un recuerdo.
El vestigio que aún conservamos de
Nicaragua son las más de treinta horas de sueño atrasado a causa de un viaje
que aún no ha terminado.
FIN
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