Martes,
26 de agosto de 1980
Ultimo día en Nicaragua. Mañana partimos
para España. Por la mañana estuvimos de nuevo en el Ministerio.
Después fuimos por el Centro Comercial,
compré tres cintas y un disco para Ángela, fuimos después por las Colinas a
recoger el pasaporte, estuvimos comiendo en casa de Conny, después me fui a mi
casa de Altagracia, donde preparé la maleta, pues mañana parte el avión y
escribí el siguiente resumen en 26 de agosto de 1980.
Seis meses en Nicaragua, medio año
apartado de los míos, ¿Qué gané? ¿Qué perdí? ¿Qué impresión tengo de Nicaragua?
Perdí treinta libras, eso fue indudable.
La montaña fue así de cruel, caminatas a través de ellas hicieron disminuir el
peso sensiblemente, aunque supongo que en la última semana en Nicaragua algo
habré aumentado, ya veremos cuando lleguemos a España.
Gané nuevas experiencias y algunas
amistades que, desgraciadamente, el tiempo y la distancia terminará por borrar.
Fue una hermosa experiencia la convivencia con el campesinado nicaragüense, con
las brigadistas. El pasado domingo me despedí de Julia y Luz Marina, ¿definitivamente?,
en una despedida sencilla y desinteresada, sin lágrimas porque ya conocíamos
nuestros papeles.
Comí en casa de Julia, comimos, pues Luz
Marina también estuvo, y a media tarde Julia desapareció, ¿para siempre?, en
una tarde tropical sin lluvia; el cielo lloró algo antes, y ahora estaba
radiante; frente a una farmacia en la Colonia Nicarao en medio del bypass.
Vestía Julia un suéter café oscuro, pantalón azul arremangado hasta casi las
rodillas y chinelas. Allí desapareció Julia de mi vista en la tarde, cuatro
treinta, del trópico.
Hasta siempre, Julia. Dos noches en
Nicaragua las pasé mal por ti, pero por ellas te recordaré aún más. La noche
del seis de junio la pasé verdaderamente mal, temí por tu vida, por tu
endemoniamiento, por la posibilidad de que necesitaras un exorcista. Al día
siguiente en la mañana, tu ignorante de todo, y yo llorando de culpabilidad.
Julia, te lo dije más de una vez, fuiste la única mujer nica que me hizo llorar
en Nicaragua.
Y tú, Luz Marina, tan chaparrita, tan
bonita, tan indita, ¿qué puedo decir de ti? Me gustó tu fuerza inquebrantable
para llegar al final. Enferma, ¿saber de qué?, con dos bajas en la difícil Cruzada,
persististe en llegar al final y llegaste, y junto con Julia, supisteis
comprenderme cuando mi vida comenzó a ser triste. Cuando a mi alma la
atormentaba la soledad pasé horas felices en vuestra compañía.
Nunca olvidaré tu despedida junto a la
camioneta que en raid me llevó hasta Managua, a las ocho y cuarto de la noche,
desde tu sencillo barrio, Ciudad Sandino, vestido de gala y de fiesta. Vestías un
pantalón azul, zapatos nicas y una camisita azul con colorines, cuando me
diste, casi cuatro horas después que Julia, tu último beso, el beso del adiós,
en la noche tropical, bella Luz, tan chaparrita, tan bonita, tan indita. Hasta
siempre, Luz Marina.
Después en la noche tuvimos una pequeña fiesta
de despedida que organizó Ángela en su casa y en la que participaron los
vecinos del barrio. Sobre las once de la noche fui a casa de don Manuel, el
vecino, y estuve grabando algunos poemas de Rubén Darío. Después regresé a casa
de Ángela a dormir. Dormí bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario