Miércoles,
20 de agosto de 1980
Pepe y yo nos vinimos para Managua en los
buses de los brigadistas. Paco y Luis se quedaron en Matagalpa. Salimos de
Matagalpa a las ocho de la mañana y llegamos a Managua a las una y media de la
tarde. Después Conny me llevó a casa de Ángela en el coche. Allí comí y pasé la
tarde.
Jueves,
21 de agosto de 1980
Me pasé la mañana en casa, leyendo. Por
la tarde fui a las Colinas con Matilde, que me vio cuando salía de casa.
Tuvimos reunión de babosadas con Palomares en el Instituto Nicaragüense de
Cultura Hispánica. Fuimos después por la Casa de España, y para casa.
Viernes,
22 de agosto de 1980
Esta mañana salí con Ángela y Floreslinda
de compras. Pasé por Iberia a reservar billete, después por ANDEN donde estaban
ellas. Pasé después por la Centroamérica donde compré recuerdos. Después fuimos
a Masaya donde seguí comprando recuerdos; de regreso recogí las maletas por el
Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, y cuando llegué a casa, sobre las
tres de la tarde me acosté un poco.
Sobre las cinco y media de la tarde me
fui a casa de unos vecinos que me invitaron a cenar.
El tiempo vuela como el pensamiento. Son
solo horas lo que me queda de estar en tierra nicaragüense, y después empalmar
con la situación anterior al uno de marzo. A luchar nuevamente por un puesto de
trabajo, por una situación social estable, digna y justa. En definitiva, a
sufrir. Ahora en Nicaragua en cierto modo soy feliz. Feliz por el trabajo
realizado, feliz por haber conocido y sufrido en mis carnes una fértil
experiencia, que me acercó sobremanera a mis sentimientos interiores, y feliz
porque regresaré pronto a España.
En casa de don Manuel he cenado yuca. La
verdad es que si tuviera que soportar una vida la alimentación nica, sus
comidas típicas, la vida sería extremadamente corta. No me gusta, sinceramente,
su alimentación. Después, don Manuel, su hija Ruth y yo, por deseo expreso de
don Manuel, grabamos a Rubén. Aunque no soy buen orador, lo reconozco, las
cintas con mi voz no salieron excesivamente mal. Junto con Ruth, a fuerza de
repetir logramos hacer un buen papel.
Esta noche, única en Managua excepto la
primera, que he dormido fuera de casa de Ángela, donde fui destinado en Managua,
íbamos a salir don Manuel, Ruth, un hermano de ésta y yo, no sé exactamente adonde, porque cuando hubimos recorrido dos cuadras regresamos a casa de don
Manuel, donde dormimos como el que dice en la calle. Quiero decir con las
puertas abiertas, quizá por falta de cerradura. Y casi me aventuro a pensar que
eso es corriente en Managua. En el portal, cuidando la puerta de entrada
dormimos todos, excepto la mamá de Ruth, que durmió en las habitaciones interiores.
Don Manuel, en una cama junto a la pared exterior. Ruth y su hermano, que esta noche se hallaba de visita durmieron en el suelo del portal, ya que por
deferencia hacia mí me cedieron la otra cama, paralela a la de don Manuel, y
desde la que se distinguía perfectamente la calle.
El descubrir una casa abierta en plena
capital, dentro de la civilización, fue otro de los descubrimientos, siempre
nuevos e interesantes, y otra de las sorpresas que me esperaban, ya próximo a
partir, en la capital nica.
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