Lunes,
18 de agosto de 1980
El relente de la noche se notaba y
también que estábamos ciento y pico de metros más abajo. Curiosamente, en Santa
Celia, a más altura, pasamos menos frío, pero ello era debido a que estábamos
al abrigo entre vegetación y montañas. En Yúcul, al lado del camino, estábamos
en una ladera, y si bien por una parte estábamos resguardados por una alta
montaña, la que coronaba la famosa cuesta de Yúcul, por los otros tres frentes
estábamos a la intemperie. Cansados del viaje de la tarde noche anterior, Julia,
Luz Marina y yo pernoctamos en una casita que habitualmente ocupara el chofer
de la hacienda. Dos camas a las que nada tenían que envidiar nuestros lechos de
Santa Celia era el mobiliario. En las paredes y el techo colgados y junto a un
rincón apiñados, cencerros y otros aperos agrícolas y ganaderos y por entre los
aperos algún que otro ratón campestre.
El resto de las muchachas durmieron en la
casa de la cocinera.
Paco pernoctó con Pepe y Luis en la
habitación de estos, como hicimos siempre que nos tocó por el tiempo pernoctar
en Yúcul.
Yo, por mi afán de protección y de
acercarme a la masa quise variar, y si bien pude pernoctar en buen lecho, los
de Pepe o Luis, quise hacerlo en un camastro no muy seguro y para colmo roto. Además
de esa forma daba moral y confianza a Julia y Luz Marina para pernoctar entre
las ratas.
Los brigadistas varones de Los Pinares
tuvieron juerga hasta bien avanzada la noche, y quizá embolado, alguno pretendió
forzar la puerta de nuestra improvisada habitación. Aunque sin cerradura, el
palo que pusimos para impedir la entrada cumplió su objetivo.
Al fin se hizo el silencio, y a
trompicones logré robarle minutos al sueño, pues entre el frío de la noche y la
cama rota, era imposible entregarse a los brazos de Morfeo.
La madrugada, contra lo previsto,
amaneció radiante, aunque fría. Pero no llovía. Con los compañeros de Yúcul
bajamos a San Ramón en un camión de los Pinares, para asistir a los discursos
patrióticos que con motivo del fin de la Cruzada se debían de celebrar.
La noche del 18, mientras los brigadistas
quedaban en San Ramón, nosotros marchamos a Matagalpa. Yúcul y Santa Celia
comenzaban a formar parte del recuerdo.
Pero he aquí una síntesis de ese día, y
procuraré también hacerla de días sucesivos:
Nos fuimos a San Ramón en el camión de la
hacienda de Yúcul. Sobre las nueve de la mañana comenzó el acto de declaración
de territorio victorioso del municipio de San Ramón. Comimos en el Nueva Corona
de Oro, y dormimos en el Soza, Luis y Paco en una, y Pepe y yo en otra
habitación.
Actos de declaración de Territorio Victorioso en San Ramón. 1980 |
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