Jueves,
27 de marzo de 1980
Por fin tras la tercera noche matagalpina
y una vez que aparecieron nuevamente los chóferes, que oficialmente fueron
secuestrados y trasladados a Managua, partimos. Atrás había quedado Managua y
la autopista panamericana; ahora discurríamos por sendas polvorientas y curvas
semipronunciadas. En una de esas curvas nos desviamos hacia San Ramón, viendo
como el otro autobús seguía adelante por la carretera del Tuma. En Matagalpa
quedaron unos pocos compañeros. San Ramón sería la segunda estación de destino,
y en él quedé apeado junto con otras parejas. Momentos después el autobús parte
con el resto de los compañeros a San Dionisio, Matiguás y Muy Muy. En San Ramón
comimos, gallopinto, por supuesto, y en la tarde comienza la reubicación. Jesús
Poncela y Paco Melcón llegaron hasta San Pablo*; Pepe el gallego y Luis el de
León llegaron hasta unos once kilómetros de San Ramón, en la hacienda Los
Pinares; y Paco y yo llegaríamos hasta unos tres kilómetros más adelante, en El
Horno. A otros los trasladaron hasta Uluse (Eloy Medel y José Luis Cardó), y
hasta Pancasán (José Manuel Arias, el asturiano y Andrés Gil, el de
Guadalajara). José Luis Marín y Pedro el de Soria quedaron en San Ramón.
Poco después de nuestra llegada a El
Horno cerró la noche. Cenamos gallopinto, y que no falte, y en el desván que se
nos destinó como alcoba preparamos la cama que sostendrán unos cuerpos que, si
Dios no lo remedia, comenzarán un proceso de adelgazamiento. Algo se nota ya.
Nuestra casa hacienda está junto al
camino y dos personas al servicio de la dueña escoltan nuestro sueño. Es
hermoso dormir despreocupado y sintiéndose seguro, pero a veces pienso el
sacrificio de esclavos que tiene que soportar la servidumbre.
Por nuestra seguridad ellos se turnan y
velan para que nosotros durmamos, y ellos acaso arriesgan su vida en un acto
que acaso nosotros no sepamos agradecer ni valorar. Pero pienso que todo ello
tiene sus raíces en la inestabilidad política y las desavenencias sociales, y
en la psicosis de miedo que hace ver el peligro mayor de lo que realmente es.
Pero así es la vida.
(* Aunque siempre creí que Paco
y Jesús estuvieron en San Pablo, y así consta en mi Diario, recientemente he
sabido que en realidad estuvieron en Guadalupe. Mantengo lo que escribí y hago
esta aclaración).
Comarca de El Horno. Nicaragua 1980 |