Miércoles,
19 de marzo de 1980
Hoy es San José, es miércoles y toca
Resochín.
Esta mañana sobre las ocho, hemos tenido
una reunión en asamblea de grupo los españoles para tomar una decisión ante la
postura de Palomares de ir al Pacífico. Firmamos comprometiéndonos a no ir en
tanto no se abriese una lista voluntaria en la que solo se apuntaran los que
quisieran ir, sin obligar a nadie.
Luego, sobre las diez, continuamos el
Taller, en el que se representó un sociodrama simulado de diálogo con los
campesinos.
A las doce nos trasladamos de la UCA a la UNAN donde comimos y
estuvimos con María Auxiliadora, la muchacha de Granada que conocimos la semana
pasada, a la cual invitamos a la fiesta de mañana por la noche en la Casa de España.
Con María Auxiliadora estaríamos hasta
las tres menos cuarto en que volvimos al Taller, donde desde las dos y media
estaban en Plenario discutiendo el Manual del Brigadista. Luego, en el propio
Taller, se nos impartió una interesante clase de serpientes, a la vista de
ejemplares de ofidios, muertos, claro está, que debían de pertenecer a la UCA.
A las seis terminamos el Taller y tuvimos
una reunión de ''acuse de recibo" de Palomares; en la que decidimos
ratificarnos en sostener la postura de no ir al Pacífico. También en esta
reunión se nos informó en la forma en que íbamos a estar organizados en la Cruzada. Iríamos al
menos por parejas, a veces tres juntos, pero nunca individualmente; luego sólo
podemos alfabetizar en veinticinco zonas de Nicaragua. El departamento de
Matagalpa, al que iremos destinados, nos lo han dividido en dos zonas a efectos
de ubicación: Matagalpa y Matiguás. Como nos dejaron escoger entre ambas zonas,
Paco y yo, que componemos una de las veinticinco parejas formadas, escogimos
Matagalpa.
Una vez en casa, escribí a mis gentes de
España.
Jueves,
20 de marzo de 1980
A las nueve de la mañana tuvimos una
asamblea en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, a donde fui con
Matilde y Jesús el de La Rioja. En la asamblea, Palomares se retractó de su
postura; concedió la lista abierta voluntaria y quedamos en ir al Pacífico.
Sobre las once de la mañana terminó la
asamblea y tuvimos el día libre. Estuvimos en el minimercado de Las Colinas;
después comimos en la casa donde se aloja Paco, y por la tarde estuvimos con
Ligia de compras en el Centro Comercial Managua y en el Supermercado.
A la hora prefijada nos acercamos a la
puerta del establecimiento Mac Donald a esperar a María Auxiliadora, y a otra
amiga suya, de nombre Eva María, a las cuales habíamos invitado a cenar a la Casa
de España.
La velada se pasó agradablemente, cenando
y bailando. Allí nos juntamos un mogollón de gente, todos nosotros y bastantes
representantes de las casas donde nos hospedábamos; de mi casa fueron Ángela y
Margot y Alina, una vecina hermana de Chico. De casa de Paco fueron las dos
familias completas; Mario, donde se hospedaba, su mujer y sus hijas y los papás
de Marta Graciela y ésta misma. Como además lleváramos a María Auxiliadora y a
Eva María, juntamos un buen núcleo familiar entre los dos, aunque no llegábamos
ni por asomo a los dieciocho invitados que llevó Encarna.
Durante la fiesta , Paco estaba más
solicitado que un empleo en España, porque las tres mesas que teníamos que
atender estaban separadas; por un lado, Mario, Miguel y Marta Graciela, por
parte de Paco; por otro lado, Ángela, por parte mía; y en una tercera mesa,
María Auxiliadora y Eva María, a las que gentilmente habíamos invitado los dos
y a las que no nos ligaban más lazos que una incipiente amistad y la simpatía
de conocer que tenía familiares suyos en nuestra tierra.
Como Paco tenga bastante atractivo para las mujeres, involuntariamente (porque, en definitiva, qué culpa tenía él), ocasionó una lucha sorda y silenciosa entre María Auxiliadora y Marta Graciela, por retenerlo; la primera con la ventaja de la edad y la experiencia, y la segunda ayudada por los requerimientos que Mario le hacía a Paco de vez en cuando para atender, no precisamente a él, sino, y bien que Auxi lo notaba, a Marta Graciela. ¡Ay, estas mujeres! ¿Qué decir de ellas?
Una vez terminada la fiesta, regresamos a
nuestros lares.
Como Paco tenga bastante atractivo para las mujeres, involuntariamente (porque, en definitiva, qué culpa tenía él), ocasionó una lucha sorda y silenciosa entre María Auxiliadora y Marta Graciela, por retenerlo; la primera con la ventaja de la edad y la experiencia, y la segunda ayudada por los requerimientos que Mario le hacía a Paco de vez en cuando para atender, no precisamente a él, sino, y bien que Auxi lo notaba, a Marta Graciela. ¡Ay, estas mujeres! ¿Qué decir de ellas?
Grupo de brigadistas cenando. Madrid 1990 |
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