Lunes,
24 de marzo de 1980
Cuando por fin hoy lunes, 24 de marzo,
íbamos a partir a nuestro destino, un compañero cae enfermo debido a una
intoxicación de mariscos producida el día anterior, por lo que se le ha de
trasladar a Estelí. Resuelto provisionalmente el percance, con retraso sobre el
horario previsto, partimos hacia Matagalpa, ciudad a la que llegamos cuando el
dios Febo iba a acostarse con el ocaso y las primeras luces comenzaron a
iluminar la ciudad.
Cenamos en el Hotel Don Diego, y luego
nos aposentamos en casa de la familia Largaespada, en el barrio de Guanuca.
La primer noche tétrica en la casa
particular que gentilmente nos acogió en su seno fue agradable porque en cierto
modo fue una experiencia más; remedando la canción, eran quince conmigo
(Matilde, Toñi, Encarna, María José, Anselmo, César, Cecilio, Paco el zamorano,
Jordi, José María el extremeño, Ernesto el canario, Pepe el gallego, Juan
Verger, Paco y yo), y tres dormimos en el pasillo con un simple colchón de
espuma separándonos de la frialdad del suelo. Los tres éramos el canario, Paco
y yo. Lo agradablemente tétrico era dormir teniendo a mi izquierda tres
féretros apilados para otros tantos cadáveres; afortunadamente para la
humanidad, tales ataúdes no se usaron, pese a que los hostigamientos nocturnos,
balas que nunca supe de blanco cierto, eran el pan nuestro de cada día.
¿No es una hermosa experiencia dormir en
el suelo con tres féretros -vacíos- junto a uno? A veces es agradable cambiar
la rutina diaria, y si encima se es protagonista de estos espectáculos
tragicómicamente macabros, se obtiene un inmenso placer.
Bien es cierto que eran quince conmigo,
pero no es menos cierto que pude haber dormido en una mullida cama, en un
pasable sofá o en una incómoda silla; pero al dejar estos lugares para doce
compañeros, tres preferimos, aposta, tener la cama de los muertos -quizá en un
intento de suspirar por ella que en su día no nos falte- al lado.
Tétrico, macabro, lúgubre, soez,
maquiavélico, loco, tarado, perturbado, lo que se quiera, pero dulce y
placentera por esta nueva experiencia –pese a haber dormido ya al cielo raso y
lejos de mi hogar en los campos de mi España- fue mi primera noche en esta
hermosa ciudad entre montañas, perla del Septentrión, patria de Fonseca,
Matagalpa.
Y como he mencionado una canción,
transcribo la letra de “Eran treinta con él"; de Luis Enrique Mejía Godoy.
"Le decían bandolero
por mirar al sol de frente
quería tanto a su pueblo
no quería ser presidente.
Aprendió de la montaña
y de su reino animal
que hay que matar la serpiente
y su veneno mortal.
Y se fue, y se fue,
eran treinta con él...
Dejar la casa, la milpa
es jodido pero es bueno.
Por pensar así a Sandino
lo llamaron bandolero.
Fue su ejército de niños,
mujeres y hombres descalzos
quería tanto a mi tierra
a mi tierra Nicaragua.
Y se fue, y se fue,
eran treinta con él...
Que linda se ve la compañera
haciendo la guardia
en el campamento guerrillero.
Que linda se escucha una mazurca
bajando los cerros con los clarineros
en la madrugada.
¡Que linda se escucha
que canta Pedrón
con su batallón
rumbo a Waslala...!
“Si Adelita se fuera con otro
la seguiría por tierra y por mar
si por mar
en un buque de guerra
si por tierra
en un tren militar...”
¡Y se fue, y se fue,
eran treinta con él...!”
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