3 de marzo de 1980
GIRA TURÍSTICA POR MANAGUA
El sueño, ciertamente, fue un sedante para el cansancio físico del cuerpo. Llevaba muchas horas de sueño retrasado, de sueño a medias, y ahora en una amplia cama podía relajar mi cuerpo. Dormí plácidamente, lo confieso; con los cristales entreabiertos, el horizonte exótico y el aire caliente, pese a la noche, me puse en manos de Morfeo.
El alba, a las seis de la mañana, despertó mis párpados aún somnolientos. ¡Vaya horas de salir el sol en esta tierra! En España a las seis de la mañana no están de pie más que los noctámbulos y los barrenderos. Reconforto mi cuerpo desnudo bajo la ducha, sedante del trópico, y me visto.
Tras el desayuno comenzó una larga y paciente espera hasta que nos vinieron a recoger. El valor de dos frescos da ocasión para que cambie los primeros cinco dólares; treinta y nueve pesos de vuelta por dos zumos; el cambio oficial de la moneda está a diez pesos por un dólar, pero es un cambio que prácticamente nadie realiza. Es antieconómico. Ya se nos había advertido que era fácil encontrar compradores que se desprendían sin dificultad de dieciséis córdobas por acaparar un dólar. Todo era cuestión de saber ver fluctuar.
Al filo de las diez y media de la mañana, ¡por fin!, se acercan los microbuses que habían de llevarnos de gira turística por Managua. Vimos el centro de Managua, cuadras otrora cubiertas de altos pisos y ahora cubiertas de selva, de vegetación natural espontánea, muchas sin dueño, y otras sin nadie dispuesto a reclamar sus derechos sobre un suelo maldito, germen de ruina y desolación. Visitamos el Teatro Nacional "Rubén Darío" a orillas de Xolotlán, contaminado por los mil y un elementos de una supuesta floreciente civilización.
En el Teatro vimos una impresionante exposición sandinista y anticolonial. Motivos, fotos y recuerdos de tres guerras, las que Nicaragua sostuvo para rechazar al yanqui invasor, planos y croquis de batallas, fotos de sus protagonistas en la época moderna, Sandino, Carlos Fonseca...
Motivos anticoloniales y antiespañoles en otras series, por la explotación que sufrieron los indios en otro tiempo. Y pensar que éramos españoles los que íbamos a aportar nuestra ayuda para sacar al país de la ignorancia. Ironías.
Ya en la tarde, tras comer en un restaurante, fuimos a ver el mercadillo y el volcán de Masaya.
VISITA AL VOLCÁN MASAYA
El asfalto de la carretera de acceso es prácticamente el único profanador de tu paisaje tan ¿cómo diría?, digno de respeto, Popogatepe, nombre innombrado de tu volcán, tan ardiente, temible y respetable. Hay, desde luego, que tener valor para acercarse a la boca misma del infierno. Una súbita erupción y...; pero mejor no pensarlo. Es preferible que se anuncien. Mientras tanto, mientras todo siga en calma no hay que tener miedo, aunque sí respeto, al acercarse al cráter abierto de un volcán apagado. Dentro del complejo volcánico de Masaya, tras visitar los cráteres de Nindirí y Santiago, quizá sea el cráter del propio Masaya, del Popogatepe, el que me quedara sin ver. Dicen que en el fondo hay una laguna en el que uno se ve como en un espejo. ¿Agua clara en el fondo del volcán? No subí a tu cerrejón y rehusé ser Narciso.
Una de las cosas que suele ocurrir cuando se va en masa es que nunca se sabe que es lo que se va a hacer en el momento siguiente. Ya llevábamos más de un día y no teníamos ni idea de qué era lo que íbamos a hacer. Tras las recepciones del día anterior, de las que descansamos en una plácida noche, y tras el viaje de placer del día, Teatro Nacional, volcanes, etc.; en algún sitio debíamos de descansar. Y salta la sorpresa. No será el hotel el cobijo de nuestra segunda noche americana. Así pues, hay que cargar las maletas en el microbús y partir. Y la lista nos va dejando en diferentes casas particulares. Tras infinidad de calles recorridas, por fin oigo mi nombre. Auxi, la guía, habla con otra persona más o menos de su edad, y el autobús parte. Quedo un momento perdido viendo alejarse a mis compatriotas y yo solo entre gente extraña. Unos chavalos de corta edad me ayudan a meter la maleta. Me presento a la dueña de la casa y ella se presenta a mí.
Me cuesta trabajo entender modismos y giros que aunque expresados en la misma lengua tienen una entonación y un significado diferente. Sin embargo, como hablando se entiende la gente, pronto se fueron superando las dificultades lingüísticas y adaptándome a la entonación. Cené lo que me pusieron: arroz, frijoles, cuajada y huevo; para beber, vermú, vino español, dijo Ángela, la dueña. Platicamos un rato más y después nos retiramos a descansar. También aquí tuve una cama elegante y descansé bien, pese al calor. Sobre las cuatro y media de la madrugada algo vino a perturbar mi sueño, pero no estaba en la casa sino a algunas cuadras de distancia. Alguien comenzó a disparar y otros le replicaron, durante unos minutos oí nítidamente un tiroteo que se venía acercando hacia la vivienda. De pronto, todo cesó. A las seis, un gallo cantó cerca, y yo presumí que ya venía la alborada. Me desperté y, en efecto, la claridad ya venía penetrando por la ventana que tenía sobre mi cabeza. Me levanté y me duché. Salí al patio. Margot, una prima de la dueña, que habitaba en la casa contigua, ya estaba preparando el desayuno.
- Buenos días- le dije.
- Buenos días. ¿Cómo amaneció?- me pregunta.
Miro la mañana radiante, y el sol que no tardará en hacernos sudar en cuanto ascendiera un poco más en el firmamento. Algo referente al día debí de contestarle, pero no era la respuesta que ella esperaba. Por eso cuando a la mañana siguiente me haga la misma pregunta, ya sé la respuesta.
- Bien, ¿y vos?
Quería saber, sencillamente, que tal había descansado.
Managua 2011. (Foto: Jorge Guinea y Ruth Alvarado ) |
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