7
de marzo de 1980
Hoy viernes me debo de haber levantado
con morriña de la tierra. Adiós, mi España querida.
También parece que el autobús no es
puntual. Presumiblemente habrá cambiado de ruta.
Luego en ANDEN escribimos a nuestros
amigos de España, recibiendo después la primera parte de un interesante
cursillo de primeros auxilios.
Esa tarde fuimos a Estelí. En España nos
habíamos puesto la primera dosis de la vacuna contra el tifus y necesitábamos
la segunda dosis para preservarnos de enfermedades infecciosas. Por ello en
Estelí, en el hospital español, nos inmunizamos. Para llegar a Estelí hubimos
de correr kilómetros y kilómetros de un maravilloso paisaje tropical. Algunos
kilómetros antes de llegar a Sébaco hubimos de cerrar los cristales mientras
dos personas procedían a la fumigación del autobús, requisito que también pasamos
a la vuelta. Así pues, en Sébaco morían los parásitos del norte y los del sur.
Tras esta ciudad torcimos por la carretera de la izquierda -la de la derecha
nos llevará dentro de unos días a Matagalpa-, y por ella a través de curvas y
observando el humear de los volcanes llegamos a Estelí y al hospital militar.
Estelí, a vista de pájaro, me pareció un
pueblo pobre. Las brechas abiertas de la guerra aún se percibían en los
edificios derruidos, en los edificios baleados por el traquetear de las
ametralladoras y de los rockers, y por la sencilla gente de rostros que han
perdido la sonrisa y que hacían cola para llegar al hospital. Para llegar al
interior de éste hay que pasar por un control militar similar a los controles
para penetrar a los cuarteles de España, pues no en vano era un hospital
militar español.
Solícitos médicos y enfermeras hicieron
amena nuestra corta estancia allí tras la vacuna, y se nos impartió un pequeño
coloquio sobre las enfermedades más corrientes del campesinado nica, paludismo
principalmente; y lo que podíamos hacer para fomentar la higiene y preservarnos
de las enfermedades. También trató de las enfermedades venéreas y formas de
combatirlas, pues al parecer, solo en Managua capital, el ochenta por ciento de
la población es sifilítica.
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