viernes, 16 de diciembre de 2011

DIARIO DE UN BRIGADISTA: ENTRE CURSILLOS Y EXCURSIONES




5 de marzo de 1980

Por la mañana de este día estuvimos de excursión a Granada.

Tras la mañana granadina, por la tarde debíamos de seguir la excursión por lugares trascendentales para la historia de Nicaragua. Llegamos así a un pueblo sencillo pero con aspecto de pueblo, no de ciudad ni de hacienda. En este pueblo, Niquinohomo, nació el 18 de mayo de 1895 el líder moral de la actual Nicaragua, Augusto César Sandino, muerto por la guardia somocista en 1934. Sus ideales de salvar a Nicaragua de la esclavitud del imperialismo yanqui y de la represión somocista encontraron eco varias décadas más tarde, cuando el pueblo unido logró derrocar el régimen del dictador.
La casa en que nació Sandino en Niquinohomo está hoy convertida en museo. Las reliquias sandinistas, desde las escopetas a las fotografías, penden en él. Para entrar en el museo hay que firmar en un libro y está prohibido hacer fotos en su interior. Un guía nos va explicando la evolución histórica y vital del "bandido" de los tiempos de Somoza, y la fuerte raigambre de sus ideales.
Desandamos los cuarenta y cinco kilómetros que separan Managua de Granada, y por la noche, ya en casa, procuro perder lo menos posible el contacto con España, y escribo a mi familia.


6 de marzo de 1980

Después de explicársenos qué es el ANDEN (Asociación Nacional de Educadores de Nicaragua), estructurada como una organización magisterial que promueve la ideología popular sandinista y pretende rescatar el prestigio magisterial; se nos explica una sucinta evolución histórica de Nicaragua desde las huellas de Acahualinca hasta nuestros días.

A nivel internacional de interés inmediato para Nicaragua, el tema informativo era la negativa de un préstamo por valor de unos setenta y cinco millones de dólares por parte de la administración norteamericana. El malestar era general, ya que la salida de la crisis está en parte cifrada en la ayuda exterior, por cuanto internamente el país está hipotecado. Lleva ocho meses el gobierno sandinista luchando a base de ilusiones, ya que el país está en la ruina. Tres míseros millones de dólares era el patrimonio que encontraron en las arcas del Estado, mientras que al lado estaban las facturas de la deuda externa y que ascendían a mil seiscientos millones de dólares. La situación, sin ser experto en política monetaria, es comprensible para cualquiera. Es desalentadora, y por ello la negativa del préstamo produjo malestar general. Todo era achacado a la política, ya que la administración yanqui es netamente capitalista e imperialista, y Centroamérica es un enorme tablero de ajedrez cuyas fichas y cuadros están manejados por Norteamérica. Con esta negativa, el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, que no su población, sumó otro punto que añadir a la ya generalizada animadversión que hacia ellos sienten los centroamericanos en general y los nicaragüenses en especial.

Tras los cursillos, realizamos una nueva visita al país. Ya habíamos visitado lo más significativo de la capital, el Teatro Rubén Darío, la Plaza de la Revolución, el Palacio Nacional, el centro afectado por el terremoto, las Colinas con la embajada de nuestro país y el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica; habíamos visto el complejo volcánico del Masaya, Popogatepe innominado, nos deleitamos en la travesía alrededor de las paradisíacas islas del Cocibolca, muy cerca de los tiburones, bajo el Mombacho; nos recreamos en el arte neocolonial de la catedral granadina y su espléndida plaza, y ahora vamos a detenernos, tras haber visto también la cuna de Sandino, en el mercadillo de la capital departamental, Masaya. En él los vendedores abren sus casetas y los clientes escogen lo que más les agrade de lo típico nicaragüense. Aquí hay para dar y tomar, desde ropa corriente y trajes típicos, hasta la más variada artesanía en barro, hilo o madera pasando por las baratijas comunes y corrientes de cualquier mercadillo. Desde luego nunca en un mercadillo he visto tan variada cantidad y calidad de objetos típicos; por ello entiendo que cuando debamos comprar productos típicos nicaragüenses hemos de ir a Masaya. En este día no he hecho gran carga, ya habrá tiempo para todo, y he comprado una curiosidad útil, un sombrero sandinista que nos preserve de los tórridos efluvios del dios Febo, por veinte córdobas, y una pulsera de cuero por ocho pesos.


El autor, de rojo, con sombrero sandinista (1980)

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