viernes, 23 de diciembre de 2011

MALDICIÓN GEOLÓGICA




MALDICIÓN GEOLÓGICA

(La Orbada, 23 de diciembre de 1982)

A la ciudad de Managua,
en el aniversario del terremoto de 1972

De pronto todo el calor de la noche
se empañó de soledad, tristeza, llanto.
Toda una ciudad, nunca floreciente,
se desplomó sobre sí misma, volcando
sobre su eje el norte, el sur, la montaña, el lago.
La maldición geológica de los movimientos sísmicos
se cierne sobre ti. Ya no hay remedio.
Quince millares de cuerpos encontraron su tumba,
quince millares de almas iniciaron su vuelo,
quince millares de seres apenas se enteraron
pues fue cuestión de segundos. Managua derrumbada
por -uno más- un terremoto.
Sobre esas cuadras malditas, otrora populosas,
la vegetación ha hecho su reino, y la selva virgen
amenaza con adueñarse también del asfalto.
La tragedia no es de los muertos, la tragedia es de los vivos,
la tragedia es del que se encuentra sin hogar y sin familia,
y lo que es más triste, sin solidaridad internacional.
La solidaridad internacional de nada sirve,
sirve solo para engrosar una única cuenta corriente
en algún lugar de la vasta América.
Y la rapiña conseguida de su propio pueblo
se acrecentó milagrosamente a costa de la buena fe
de la gente de buena voluntad del mundo entero.
La solidaridad para con el pueblo de Managua
es solidaridad para con el amo de Nicaragua.
El pueblo nada ve de las migajas de los ricos,
solo ve sus casitas destruidas y sus familiares muertos
aparte de la desolación y miseria que siempre vio.
Desolación y miseria de Acahualinca a Altagracia,
de Riguero a San Judas... y en el corazón de Managua.
Todo se conjugó para que una noche de diciembre
quedara todo su calor empañado
de soledad, tristeza y llanto.



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