miércoles, 10 de abril de 2013

DIARIO DE UN BRIGADISTA: ÚLTIMO DÍA EN NICARAGUA





Martes, 26 de agosto de 1980

Ultimo día en Nicaragua. Mañana partimos para España. Por la mañana estuvimos de nuevo en el Ministerio.
Después fuimos por el Centro Comercial, compré tres cintas y un disco para Ángela, fuimos después por las Colinas a recoger el pasaporte, estuvimos comiendo en casa de Conny, después me fui a mi casa de Altagracia, donde preparé la maleta, pues mañana parte el avión y escribí el siguiente resumen en 26 de agosto de 1980.

Seis meses en Nicaragua, medio año apartado de los míos, ¿Qué gané? ¿Qué perdí? ¿Qué impresión tengo de Nicaragua?
Perdí treinta libras, eso fue indudable. La montaña fue así de cruel, caminatas a través de ellas hicieron disminuir el peso sensiblemente, aunque supongo que en la última semana en Nicaragua algo habré aumentado, ya veremos cuando lleguemos a España.
Gané nuevas experiencias y algunas amistades que, desgraciadamente, el tiempo y la distancia terminará por borrar. Fue una hermosa experiencia la convivencia con el campesinado nicaragüense, con las brigadistas. El pasado domingo me despedí de Julia y Luz Marina, ¿definitivamente?, en una despedida sencilla y desinteresada, sin lágrimas porque ya conocíamos nuestros papeles.
Comí en casa de Julia, comimos, pues Luz Marina también estuvo, y a media tarde Julia desapareció, ¿para siempre?, en una tarde tropical sin lluvia; el cielo lloró algo antes, y ahora estaba radiante; frente a una farmacia en la Colonia Nicarao en medio del bypass. Vestía Julia un suéter café oscuro, pantalón azul arremangado hasta casi las rodillas y chinelas. Allí desapareció Julia de mi vista en la tarde, cuatro treinta, del trópico.
Hasta siempre, Julia. Dos noches en Nicaragua las pasé mal por ti, pero por ellas te recordaré aún más. La noche del seis de junio la pasé verdaderamente mal, temí por tu vida, por tu endemoniamiento, por la posibilidad de que necesitaras un exorcista. Al día siguiente en la mañana, tu ignorante de todo, y yo llorando de culpabilidad. Julia, te lo dije más de una vez, fuiste la única mujer nica que me hizo llorar en Nicaragua.
Y tú, Luz Marina, tan chaparrita, tan bonita, tan indita, ¿qué puedo decir de ti? Me gustó tu fuerza inquebrantable para llegar al final. Enferma, ¿saber de qué?, con dos bajas en la difícil Cruzada, persististe en llegar al final y llegaste, y junto con Julia, supisteis comprenderme cuando mi vida comenzó a ser triste. Cuando a mi alma la atormentaba la soledad pasé horas felices en vuestra compañía.
Nunca olvidaré tu despedida junto a la camioneta que en raid me llevó hasta Managua, a las ocho y cuarto de la noche, desde tu sencillo barrio, Ciudad Sandino, vestido de gala y de fiesta. Vestías un pantalón azul, zapatos nicas y una camisita azul con colorines, cuando me diste, casi cuatro horas después que Julia, tu último beso, el beso del adiós, en la noche tropical, bella Luz, tan chaparrita, tan bonita, tan indita. Hasta siempre, Luz Marina.

Después en la noche tuvimos una pequeña fiesta de despedida que organizó Ángela en su casa y en la que participaron los vecinos del barrio. Sobre las once de la noche fui a casa de don Manuel, el vecino, y estuve grabando algunos poemas de Rubén Darío. Después regresé a casa de Ángela a dormir. Dormí bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario