Lunes,
31 de marzo de 1980
Esta mañana me despertaron las
brigadistas que dormían en la antesala cuando se pusieron a cantar.
Luego, pasamos el día en la hacienda
Santa Lucía donde fuimos a censar analfabetos, un guía o baquiano, cinco brigadistas, Paco
y yo. En la comida usamos Salvacolina para prevenir la diarrea y la colitis,
pues las aguas no son muy dulces y potables que digamos, y más vale prevenir
que curar.
De regreso a El Horno, tuvimos una charla
con Zenia, la responsable de las brigadistas, y después jugando a resolver
acertijos con unas compañeras brigadistas. Después, relajándome en la cama,
recordando los recientes tiempos de mi vida en España, mientras Paco sigue con
las brigadistas impartiendo su cotidiana clase de medicina, su auténtica y
frustrada vocación.
Hoy termina marzo. Ha transcurrido un mes
y aún no hemos comenzado la
Cruzada. Ayer no más llegaron las brigadistas; al campesinado
apenas lo conocemos, no tenemos censo ni datos fiables, carecemos de material
didáctico, carecemos de prácticamente todo, pero tenemos y disfrutamos de lo
fundamental: de una férrea voluntad.
![]() |
El baquiano. Entre El Horno y Santa Lucía 1980 |
No hay comentarios:
Publicar un comentario