miércoles, 7 de marzo de 2012

DIARIO DE UN BRIGADISTA: PLATICANDO CON LILÍ



Sábado, 29 de marzo de 1980

Hoy sábado hicimos una visita a Luis y a Pepe, el gallego. No era esa nuestra intención primera, pues salimos a hacer footing por el camino acompañado de un viejo indio al servicio de la dueña de nuestra casa hacienda de El Horno. Pero mientras hacíamos deporte pasó una camioneta que trasladaba a los de Pancasán, que iban a San Ramón. Montamos y poco después estuvimos en Los Pinares; donde destinaron a Luis y a Pepe. Visitamos su casa que era un palacio al lado de ésta en que nosotros residimos.
Pasamos la mañana con ellos, planeando un futuro común de permanente contacto. De regreso, cerca del mediodía, tardamos unos treinta y cinco minutos andando, de donde confirmé que habría unos tres kilómetros de distancia. Tras comer, dormí la siesta.
Por la tarde fuimos a San Ramón con intención de continuar nuestro camino hasta Matagalpa a pasar el fin de semana. Ansias de entrar en contacto con nuestras gentes y salir de la soledad de estas haciendas perdidas nos animaban. Pero al llegar a San Ramón nos encontramos con un plantel de brigadistas, un masivo plantel de ignoro cuántos centenares, pero más de uno seguro. Conectamos con nuestros compañeros de San Ramón. Después, con la concentración de brigadistas, averiguando quienes se llegarían hasta El Horno. No lo descubrimos. Y cuando íbamos a buscar un raid que nos regresara hasta El Horno tres mujercitas se interpusieron en nuestro camino. Fue imposible continuar el viaje. ¡Qué parlanchina era Lilí! Pero tras el contacto inicial, un inconveniente se nos presentaba. El tiempo no perdona y la noche se nos echaba encima. Era urgente coger un raid -ya no había autobuses de línea regular- que nos llevara a Matagalpa o nos devolviera a El Horno. Ninguna de las dos cosas nos recomendó Lilí. Era peligroso caminar de noche. Nosotros que caminamos tan pacíficamente por los caminos de España, debemos de seguir los consejos de los nativos en tierra extraña. Lilí nos aconsejó que nos quedáramos en San Ramón. Le sugerí en el diálogo que nos albergara en su casa, a lo que ella accedió encantada. Se lo dijo a doña Auxilio, su mamá, cuando nos encontramos con ella. Solventado este punto, el tiempo no tenía prisa ya. Seis horas de amena charla sostuve con esta hermosa mujercita nica. Con Lilí la conversación era fluida por el interés mutuo de conocer la idiosincrasia de España, ella, y la de Nicaragua, yo. Estoy plenamente convencido de que no nos defraudamos mutuamente. ¡Qué simpatía derrochaba Lilí! Excelente comunicadora, siempre la conoceré por Lilí, la parlanchina. En la Cruzada, tanto ella como doña Auxilio, su mamá, están trabajando en la sede de ANDEN de San Ramón, ayudando en cuestiones administrativas y de organización.
Sobre las doce de la noche, tomando el fresco a la puerta de su vivienda, llegaron los milicianos de San Ramón a hacernos compañía, pero comenzó a pintear poco después y los milicianos continuaron su servicio de guardia por el pueblo mientras nosotros nos retiramos a descansar en la casa de Lilí en San Ramón.
Los brigadistas pernoctaron en las escuelas públicas; y adentrada la noche hubo tiroteo en San Ramón, afortunadamente sin víctimas, pero evidentemente con miedo.


Carretera de San Ramón a Matiguás. El Horno
Foto: Alexander Ordóñez. 






No hay comentarios:

Publicar un comentario