Viernes,
16 de mayo de 1980
Esta mañana siguiente, Julia no recordaba
nada de su delirio de anoche, pero a instancias mías me dijo quienes eran Anay
(una amiga) y Iovania (su hermana); a mí me tocó fregar esta mañana del
dieciséis de mayo.
Ayer fue mi santo; la fiesta terminó
prácticamente en borrachera generalizada y por lo que respecta a Julia me dio
un gran disgusto.
Después de poner en orden la casa, en lo
que, como he dicho, cooperé activamente, desayuné. Generalmente nosotros no participamos
en la limpieza general de la casa, solo en la de nuestra habitación; las chicas
se encargan de ello y no por machismo ni discriminación sexista, sino porque teníamos
otros menesteres que hacer, si bien, ellas aceptaban de buen grado la limpieza
e incluso tienen formados grupos para estos trabajos.
Mientras desayunábamos llegaron unos
compañeros de El Cantón a buscar pintura, pero en la hacienda no estaba Lino,
que era el encargado, y al parecer, dicen, no había pintura, por lo que los
compañeros hubieron de trasladarse a Los Pinares. Viendo la clase matinal de
Rosa con los milicianos se pasó la mañana. Tras comer, dormité un poco, y tras
el reparador descanso, comencé el borrador del Informe quincenal de ANDEN,
hasta la hora de cenar. En la reunión posterior se socializó el Diario de Campo
y me acosté después.
Conviene hacer notar que en la hacienda
hay que aprovechar al máximo la luz solar para los trabajos de lecto-escritura,
porque la luz artificial, aparte de ser tenue, se apaga a las nueve de la
noche, pues es generada en la propia hacienda, alumbrándonos a partir de esa
hora con velas.
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