viernes, 20 de julio de 2012

DIARIO DE UN BRIGADISTA: PONIENDO LA CASA EN ORDEN




Viernes, 16 de mayo de 1980

Esta mañana siguiente, Julia no recordaba nada de su delirio de anoche, pero a instancias mías me dijo quienes eran Anay (una amiga) y Iovania (su hermana); a mí me tocó fregar esta mañana del dieciséis de mayo.
Ayer fue mi santo; la fiesta terminó prácticamente en borrachera generalizada y por lo que respecta a Julia me dio un gran disgusto.
Después de poner en orden la casa, en lo que, como he dicho, cooperé activamente, desayuné. Generalmente nosotros no participamos en la limpieza general de la casa, solo en la de nuestra habitación; las chicas se encargan de ello y no por machismo ni discriminación sexista, sino porque teníamos otros menesteres que hacer, si bien, ellas aceptaban de buen grado la limpieza e incluso tienen formados grupos para estos trabajos.
Mientras desayunábamos llegaron unos compañeros de El Cantón a buscar pintura, pero en la hacienda no estaba Lino, que era el encargado, y al parecer, dicen, no había pintura, por lo que los compañeros hubieron de trasladarse a Los Pinares. Viendo la clase matinal de Rosa con los milicianos se pasó la mañana. Tras comer, dormité un poco, y tras el reparador descanso, comencé el borrador del Informe quincenal de ANDEN, hasta la hora de cenar. En la reunión posterior se socializó el Diario de Campo y me acosté después.
Conviene hacer notar que en la hacienda hay que aprovechar al máximo la luz solar para los trabajos de lecto-escritura, porque la luz artificial, aparte de ser tenue, se apaga a las nueve de la noche, pues es generada en la propia hacienda, alumbrándonos a partir de esa hora con velas.

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