Domingo,
8 de junio de 1980
Después de tanta espiritumanía con
resultado diverso, pudimos haber abandonado la tabla hasta tiempos mejores.
Y sin embargo reincidimos. Dos días
después de mi atormentada noche a causa de Julia volvimos a las andadas, esta
vez a plena luz. Marta quería ver confirmadas las respuestas de noches
anteriores acerca de la contrarrevolución; yo inicialmente no asistí, pero
luego subí al beneficio, que era donde se celebraba la sesión. Quedamos en que
por la noche haríamos una nueva sesión en la que los espíritus nos dirían lo
que sucedió con Julia y su conversación. Como se produjese un estado de
histerismo acerca de la tabla, al terminar la sesión rompí el vaso y quemé la
tabla.
Pese a estar intrigado; desistí de saber
la conversación de Julia con el más allá.
Entre las comunicaciones que ya más particularmente
nos dio, destaco en este peligroso juego: que me debo de sentir culpable de lo
que le pasó a Julia, pero no debo de pensar en ello; que a Julia debíamos
ayudarla no dejándola jugar a la tabla ouija.
Roto el vaso y quemada la tabla se
llegaron a las dos y media de la tarde.
El resto de la tarde no hice
absolutamente nada; estaba demasiado preocupado por la tabla como para hacer
cualquier otra actividad; intenté jugar con las brigadistas, pero desistí
pronto, tras cenar, a las siete de la noche, hoy también, me fui a la cama para
olvidar.
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