lunes, 8 de octubre de 2012

DIARIO DE UN BRIGADISTA: VIAJE A MATAGALPA




Sábado, 7 de junio de 1980

Después del disgusto de anoche, Julia se encontraba tranquila, ausente y ajena a todo lo ocurrido Aún me sorprende tanta tranquilidad, después de verla accionar anoche y su potente fuerza, que nos vimos y nos deseamos para contrarrestarla.
Tenía intenciones de ir a Managua, y la acompañé a Matagalpa. Paco me recomendó que no se me ocurriera preguntarle nada de la conversación de anoche. Soy bastante curioso, pero a fuer que lo conseguí. Casi todo el camino me pasé distante de ella y sin dirigirle la palabra. Evitando la tentación evito el peligro. Desde Yúcul, cortesía obliga, ya le hablaba de temas banales que nada tenían que ver con el espiritismo.
Sin embargo, yo seguía obsesionado con el mismo. En San Ramón conté los municipios que recibían cartas por los buzones allí expuestos. Eran ¡dieciocho!, pero cuando pregunté cuántos había me informaron que treinta y dos.
Lolita me dijo que parecía más viejo de lo que era y que cuando fuera a España más que yo mismo iba a ir mi cadáver. Le dije que tenía anemia (me lo dijo el espíritu) y que había perdido veintiséis libras, pesadas en la báscula. No le dije en cambio que esta noche pasada apenas había dormido tres horas. Así pues, no me extraña que me encontrara más viejo y demacrado. Le dije también que me iba a alimentar con potitos bledine, alimentos infantiles (1), y pensaba recuperarme pronto. Cogí las medicinas para Luz Marina, y Amalia le dio a Julia permiso verbal para ir a Managua hasta el once de junio.

En Matagalpa comimos con Rafa en La Nueva Corona de Oro y tratamos de la sesión de espiritismo de la noche anterior. Cada hacienda, cada grupo, tenía sus manías, y a nosotros nos había dado por el ocultismo. Julia, presente en persona, estaba ausente, o al menos lo fingía, de la conversación. Dudo que se enterara de algo. Cuando la dejé en la Cotrán, la estación de autobuses de la línea regular Matagalpa Managua, pasé por una librería y compré la Biblia. Necesitaba un poco de estabilidad y de paz interior, y pensé que la Biblia podría darme luz en la fe y en la moral.
Pese a todo, las actividades docentes nunca son abandonadas, son el refugio de mi mente a la que distrae de estos atormentados designios.

En Matagalpa me dirigí a dormir a casa de Farré. Llevaba dos cartas de Antonio Alcántara de encomienda para Farré, pero me encontré con Luis y Pepe que salían ya para Yúcul, y con ellos en el coche de don Enrique me subí a la hacienda, así que le preparé una buena a Antonio. En San Ramón subió Eloy, estuvimos en Montegrande. Eloy se pasó a otro coche que se dirigía a Pancasán, pasando por Uluse, su hacienda, y nosotros fuimos al campamento de Yúcul. De allí en una hora me puse en Santa Celia donde llegué sobre las seis y media de la tarde noche, jodido de miedo y con calofríos.
Cené un potito bledine, además de lo que hubiera, y a las siete me fui a la cama, pues estaba muerto de sueño.

(1) En Nicaragua, la marca del potito infantil era Gerber, en vez de Bledine, más arraigado en España.


La Biblia adquirida en Matagalpa (Nicaragua).
7 de junio de 1980




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