Viernes,
4 de julio de 1980
Me he levantado a las ocho de la mañana,
y bajamos después a El Cantón para realizar el tercer círculo de estudio.
Tras el círculo programamos el Taller
Sabatino; compramos veinte pesos de sopa, y luego nos vinimos a Santa Celia y
nos acompañó también Pepe para que lo curara Paco. En el camino vimos dos
serpientes bejucos, bueno, mejor dicho, las vio Pepe, porque nosotros ya casi
las teníamos encima. Estaban enrolladas y hubimos de tirarles palos rastreros
desde lejos para que se apartaran del camino y no nos atacaran. Dios me libre
de una mordedura de serpiente, ni aun de las no venenosas. Jugamos después a
los naipes, echamos tres partidas al tute criminal Paco, Pepe y yo, porque
estaba medio revuelto y lloviznando; luego parece que se fue quedando buena
tarde y Pepe se marchó. Hubo después reunión, estuvo solo Paco; yo estuve
ordenando un poco la habitación y haciendo el orden del día del Taller de
mañana.
Vino el jefe de los milicianos que se iba
mañana a una hacienda de Yúcul, y por esta razón y porque han cobrado hoy los
campesinos, después de la reunión fueron a una fiesta a la bodega de Santa
Celia, y a la que Paco y yo no fuimos.
Cuando volvieron del baile, yo ya estaba
dormido, pero Paco me despertó para participarme que Marta estaba llorando. La
estuve consolando y me confió los problemas de su casa, no así el que tuviera
durante el baile; me dijo que se quería ir porque se encontraba sola, pues no
la aceptan en ningún grupo. Le ofrecí mi ayuda desinteresada para salvarla de
la crisis moral en que se hallaba inmersa, y así pudiera quedar reconfortada de
la soledad a la que sus compañeras voluntaria o involuntariamente la obligan a estar.
Su osadía para escaparse a Managua está produciendo sus frutos, negativos de
todo punto para ella. Espero que con mi ayuda se recupere de la crisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario