miércoles, 19 de diciembre de 2012

DIARIO DE UN BRIGADISTA: FIESTA EN SANTA CELIA





Viernes, 4 de julio de 1980

Me he levantado a las ocho de la mañana, y bajamos después a El Cantón para realizar el tercer círculo de estudio.
Tras el círculo programamos el Taller Sabatino; compramos veinte pesos de sopa, y luego nos vinimos a Santa Celia y nos acompañó también Pepe para que lo curara Paco. En el camino vimos dos serpientes bejucos, bueno, mejor dicho, las vio Pepe, porque nosotros ya casi las teníamos encima. Estaban enrolladas y hubimos de tirarles palos rastreros desde lejos para que se apartaran del camino y no nos atacaran. Dios me libre de una mordedura de serpiente, ni aun de las no venenosas. Jugamos después a los naipes, echamos tres partidas al tute criminal Paco, Pepe y yo, porque estaba medio revuelto y lloviznando; luego parece que se fue quedando buena tarde y Pepe se marchó. Hubo después reunión, estuvo solo Paco; yo estuve ordenando un poco la habitación y haciendo el orden del día del Taller de mañana.
Vino el jefe de los milicianos que se iba mañana a una hacienda de Yúcul, y por esta razón y porque han cobrado hoy los campesinos, después de la reunión fueron a una fiesta a la bodega de Santa Celia, y a la que Paco y yo no fuimos.
Cuando volvieron del baile, yo ya estaba dormido, pero Paco me despertó para participarme que Marta estaba llorando. La estuve consolando y me confió los problemas de su casa, no así el que tuviera durante el baile; me dijo que se quería ir porque se encontraba sola, pues no la aceptan en ningún grupo. Le ofrecí mi ayuda desinteresada para salvarla de la crisis moral en que se hallaba inmersa, y así pudiera quedar reconfortada de la soledad a la que sus compañeras voluntaria o involuntariamente la obligan a estar. Su osadía para escaparse a Managua está produciendo sus frutos, negativos de todo punto para ella. Espero que con mi ayuda se recupere de la crisis.

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