lunes, 10 de diciembre de 2012

DIARIO DE UN BRIGADISTA: VISITA DE LOS COORDINADORES ESPAÑOLES





Martes, 1 de julio de 1980

Ya solo quedan dos meses y estoy en una palabra desconectado de la vida. Pero aunque desconectado de la vida, camino con la conciencia tranquila del deber cumplido. Seguí después recogiendo datos para el Informe Especial de ANDEN en fase de preparación.
Ya tenemos veinticuatro alfabetizados, de menos de noventa que tenemos en total, y aunque ahora estamos volviendo a recuperar gente, intentaré sacarlos adelante.
Hacia mediodía tuvimos una grata sorpresa. Ruth porque llegó su papá y nosotros porque llegaron los coordinadores españoles, Rafa y Enrique, con Pepe y Luis de Los Pinares. Se quedaron a comer aquí. Bajaron a llevar a Pepe y a Luis a Los Pinares y ellos, aunque no tenían al llegar intenciones de quedarse, nos anunciaron que volverían. Y lo hicieron sobre las cinco y media de la tarde, quedándose en la hacienda, después de afirmarnos que era la mejor casa y el mejor paisaje que habían visitado. Enrique preparó un pollo a la española, y de su carne participamos todos, se preparó después bailoteo, y nos sacamos fotos de la cena y del baile. Durante la cena y el baile, aunque prohibido, hubo ron flor de caña. Por él, Marta fue la única que se mareó un poco, al menos en apariencia.
Socorro, dicen, estaba con calentura, y un poco antes de apagar la luz comenzó a delirar que quería a Danilo. La hubimos de dejar que se calmara ella sola. Patricia formó pareja con Paco; Socorro con Danilo, Julia con Rafa y Luz Marina con Enrique. Ruth y Xiomara marcharon pronto a la cama, y Marta nos estuvo animando, a Luis, a Pepe y a mí repitiendo como una cantilena "ni quiera la araña peluda", de tal forma que hacía gracia. No estaba “picada”, pero sí contenta. Hacia la una y media de la madrugada ya estaba todo en silencio. Comimos a base de potitos, pues nuestro punto flaco es la comida, escasa en la hacienda. La báscula tradujo en libras nuestros pesos así: yo, ciento veinticinco libras; Luis, ciento diecisiete; Rafa, ciento cuarenta y dos; Paco, ciento veintinueve.
A las tres menos cuarto de la madrugada le dieron a la luz, me levanté poco después y apagué la luz que perturbaba el sueño de Enrique, que ocupaba la cama que fue de Cándida en otros tiempos. Pepe, Luis y Rafa durmieron en sacos en el pasillo, y no se podía apagar la luz que llegaba hasta ellos. Arropé a Marta, que andaba destapada y me volví a acostar hasta el alborear del nuevo día.

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