Jueves,
1 de mayo de 1980
Tras un breve descanso de cuatro horas y
media, sobre las cinco y media de la mañana decidimos dar por finalizada
nuestra pernocta en la casa que gentil y desinteresadamente nos hospedó.
Regresamos a Santa Celia, vía Yúcul, y le participé a Luis y a Pepe que ya
había llegado el dinero, así que podían estar tranquilos y disponer cuando
quisieran. Después, sobre las siete y cuarto de la mañana, como no llegara Lino como nos prometió anoche, echamos a andar camino de Santa Celia; pasando sobre
las ocho menos veinte un camión a recoger gente para la manifestación de
Matagalpa, y nos llevó hasta la hacienda.
De la hacienda parte el camión con todas
las brigadistas, menos Ruth, y se completó con campesinos. Yo me acosté hasta
las once y media de la mañana y luego me duché, bendita ducha, sedante del
trópico, preguntándole después a Ruth sobre los sucesos de ayer, miércoles. Me confirmó
que, en efecto, tenían intenciones de disolver el grupo, quedando solo en la
hacienda Santa Celia, al parecer, ella (Ruth), Julia y Loida, que así se
llama la brigadista nueva que llegó últimamente, el pasado 28 de abril.
Desde
luego no me gusta formar juicios de valor sin conocimiento de causa, pero la
actitud de Loida en la hacienda no varía mucho de ese juicio de valor de brigadista
espía que sus propias compañeras brigadistas le dan. Compañera de estudios de
Julia en Managua, altamente disciplinada en cuanto al cumplimiento de los
lineamientos de la Cruzada ;
pero autosuficiente y descortés en cuanto al trato con el resto de sus
compañeras, a quienes trata de humillar con su conducta y con los informes que,
dicen, hace de ellas. Bien es verdad que nuestras brigadistas, ya lo he dicho
más veces, no son modelo de disciplina; pero la tolerancia es buena si con ella
conseguimos que la parte fundamental de nuestra misión, la lucha contra el
analfabetismo, se cumpla.
Por la tarde estuve recogiendo apuntes de
impresiones nicas. Hacia las cinco comenzaron a llegar a la hacienda a pie de
la manifestación de Matagalpa.
Hoy, día primero de mayo, es fiesta. Una fiesta
de ámbito mundial conmemorativa del asesinato de cuatro obreros de Chicago el
siglo pasado, pero que cada nación la celebra a su manera y por distintos
motivos. Sólo la fecha es lo común en todo el mundo para esta fiesta del
trabajo. Debido a ello en Nicaragua hay hoy actos y manifestaciones en
distintos puntos del país. Matagalpa, perla del Septentrión, patria de Fonseca, fue uno de esos puntos neurálgicos y estratégicos. Dicha ciudad aglutinó a las
comarcas, municipios y haciendas del departamento del mismo nombre. De nuestras
haciendas bajaron brigadistas y campesinos en los camiones del INRA, pues
nuestra hacienda es estatal. Y como ya es corriente en este país el transporte
va sobresaturado. ¿Cuántas personas iban en el camión? Treinta, tal vez
cuarenta, menos de veinte desde luego que no. Y sucede que el camino de Santa
Celia a Yúcul no es precisamente una autopista, ni siquiera se puede comparar
con el Camino Real de San Ramón a Matiguás, un camino de polvo que al menos
tiene anchura, pese a todo. Este de Santa Celia, un camino de montaña con
empinadas cuestas como la de Yúcul y curvas altamente cerradas en las que los
largos camiones estatales han de hacer maniobras para salvarlas, no es de
los más idóneos para la sobrecarga, pero ya es costumbre tal sobrecarga en todo
tipo de transportes. Y sucedió lo inevitable debido a los efectos de las leyes
físicas. Un brusco viraje en algún punto del camino; los pasajeros que tienden
a conservar el equilibrio y al no conservarlo los cuerpos se concentran en un
solo punto: la pierna de una de nuestras brigadistas que al no soportar la
sobrecarga del peso se quiebra. El resultado es una brigadista con la pierna
quebrada. En Matagalpa se la escayolan y regresa a la hacienda.
Ivania fue la perseguida por la fatalidad, la que llegó escayolada acompañada de Cándida. Luz Marina y Julia vinieron
indispuestas. El camión incluso, tampoco quedó bien parado, pues al parecer se
le había pinchado una rueda. En fin, un día desafortunado.
Luego, ya en la hacienda, jugamos Marta,
Luz Marina, Julia, Cándida y yo al desmoche, juego de naipes similar al
chinchón español, y me enseñaron otros juegos de naipes que en mi tierra no los
conocía, tales como el tripar o el casino en sus variedades robado o normal.
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