miércoles, 6 de junio de 2012

DIARIO DE UN BRIGADISTA: JORNADA DE DESPROPÓSITOS




Jueves, 1 de mayo de 1980

Tras un breve descanso de cuatro horas y media, sobre las cinco y media de la mañana decidimos dar por finalizada nuestra pernocta en la casa que gentil y desinteresadamente nos hospedó. Regresamos a Santa Celia, vía Yúcul, y le participé a Luis y a Pepe que ya había llegado el dinero, así que podían estar tranquilos y disponer cuando quisieran. Después, sobre las siete y cuarto de la mañana, como no llegara Lino como nos prometió anoche, echamos a andar camino de Santa Celia; pasando sobre las ocho menos veinte un camión a recoger gente para la manifestación de Matagalpa, y nos llevó hasta la hacienda.
De la hacienda parte el camión con todas las brigadistas, menos Ruth, y se completó con campesinos. Yo me acosté hasta las once y media de la mañana y luego me duché, bendita ducha, sedante del trópico, preguntándole después a Ruth sobre los sucesos de ayer, miércoles. Me confirmó que, en efecto, tenían intenciones de disolver el grupo, quedando solo en la hacienda Santa Celia, al parecer, ella (Ruth), Julia y Loida, que así se llama la brigadista nueva que llegó últimamente, el pasado 28 de abril.
Desde luego no me gusta formar juicios de valor sin conocimiento de causa, pero la actitud de Loida en la hacienda no varía mucho de ese juicio de valor de brigadista espía que sus propias compañeras brigadistas le dan. Compañera de estudios de Julia en Managua, altamente disciplinada en cuanto al cumplimiento de los lineamientos de la Cruzada; pero autosuficiente y descortés en cuanto al trato con el resto de sus compañeras, a quienes trata de humillar con su conducta y con los informes que, dicen, hace de ellas. Bien es verdad que nuestras brigadistas, ya lo he dicho más veces, no son modelo de disciplina; pero la tolerancia es buena si con ella conseguimos que la parte fundamental de nuestra misión, la lucha contra el analfabetismo, se cumpla.
Por la tarde estuve recogiendo apuntes de impresiones nicas. Hacia las cinco comenzaron a llegar a la hacienda a pie de la manifestación de Matagalpa.

Hoy, día primero de mayo, es fiesta. Una fiesta de ámbito mundial conmemorativa del asesinato de cuatro obreros de Chicago el siglo pasado, pero que cada nación la celebra a su manera y por distintos motivos. Sólo la fecha es lo común en todo el mundo para esta fiesta del trabajo. Debido a ello en Nicaragua hay hoy actos y manifestaciones en distintos puntos del país. Matagalpa, perla del Septentrión, patria de Fonseca, fue uno de esos puntos neurálgicos y estratégicos. Dicha ciudad aglutinó a las comarcas, municipios y haciendas del departamento del mismo nombre. De nuestras haciendas bajaron brigadistas y campesinos en los camiones del INRA, pues nuestra hacienda es estatal. Y como ya es corriente en este país el transporte va sobresaturado. ¿Cuántas personas iban en el camión? Treinta, tal vez cuarenta, menos de veinte desde luego que no. Y sucede que el camino de Santa Celia a Yúcul no es precisamente una autopista, ni siquiera se puede comparar con el Camino Real de San Ramón a Matiguás, un camino de polvo que al menos tiene anchura, pese a todo. Este de Santa Celia, un camino de montaña con empinadas cuestas como la de Yúcul y curvas altamente cerradas en las que los largos camiones estatales han de hacer maniobras para salvarlas, no es de los más idóneos para la sobrecarga, pero ya es costumbre tal sobrecarga en todo tipo de transportes. Y sucedió lo inevitable debido a los efectos de las leyes físicas. Un brusco viraje en algún punto del camino; los pasajeros que tienden a conservar el equilibrio y al no conservarlo los cuerpos se concentran en un solo punto: la pierna de una de nuestras brigadistas que al no soportar la sobrecarga del peso se quiebra. El resultado es una brigadista con la pierna quebrada. En Matagalpa se la escayolan y regresa a la hacienda.

Ivania fue la perseguida por la fatalidad, la que llegó escayolada acompañada de Cándida. Luz Marina y Julia vinieron indispuestas. El camión incluso, tampoco quedó bien parado, pues al parecer se le había pinchado una rueda. En fin, un día desafortunado.
Luego, ya en la hacienda, jugamos Marta, Luz Marina, Julia, Cándida y yo al desmoche, juego de naipes similar al chinchón español, y me enseñaron otros juegos de naipes que en mi tierra no los conocía, tales como el tripar o el casino en sus variedades robado o normal.

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