miércoles, 13 de junio de 2012

DIARIO DE UN BRIGADISTA: MOLESTO INCIDENTE




Domingo, 4 de mayo de 1980

Cuando esta mañana me levanté sobre las ocho, se encontraba sólo Julia en casa. Las demás brigadistas, al parecer, han ido a trabajar con el campesinado a ayudarles a llenar bolsas de tierra para plantar café. Como yo no me encontrara pletórico de salud, me acosté con el ánimo de reponer energías.
Por la tarde se puso enferma Ivania, con fuertes dolores en la pierna quebrada y desmayos. En contraposición con la intransigencia de la Juventud Sandinista, ahora la solidaridad campesina es unánime.
El pasado primero de mayo, con la rotura reciente hay simples dolores primarios sin más, pero los dolores se acrecientan más tarde cuando los vehículos ya faltan. ¿Qué hacer? Frecuentes desmayos seguidos de ayes de dolor calmados por otras dos solícitas brigadistas. La solidaridad campesina, advertida del caso, es unánime, y mientras un campesino corre con una caballería hasta el camino de La Lima, el resto improvisa una camilla con una simple hamaca donde la transportan a hombros hasta que a tres o cuatro kilómetros del punto de origen nos encontramos con la camioneta que el campesino logró adquirir. Se la acomoda en la misma y mientras el campesinado vuelve hacia la hacienda nosotros vamos camino del hospital.
Cuando la curan, aquí también todo es rápido, regresamos de nuevo a la hacienda. Ada y Karla nos acompañan. En sendos raids nos trasladan de Matagalpa a San Ramón el primero, y de aquí a Yúcul el segundo, siendo ya noche cerrada. Este segundo trayecto tuvo un molesto incidente, pues en el camión que nos transportaba un individuo joven estaba molestando a un brigadista de los destinados en Yúcul; el chofer, que advirtió el percance, detuvo el camión y obligó a bajar al individuo a punta de pistola. Yo no me percaté del incidente inicial, de la provocación, digamos, cuando el chofer bajó los varones apoyaban al chofer, algunas mujeres se pusieron a gritar como histéricas, y yo, sorprendido, observé el incidente con curiosidad. Era la primera vez que veía actuar en serio a una pistola, y aunque afortunadamente no se disparara no deja de tener su encanto esta cruel realidad. Por desgracia, en Nicaragua aún siguen imponiendo su ley las armas. Ojalá llegue pronto el día en que se apague definitivamente el sórdido eco de los fusiles y arda perennemente la luz de la razón.
En Yúcul pernoctamos. Ivania aún escayolada, el incidente de pocos minutos antes y el miedo a la noche lo aconsejaron. Ya vendría la claridad del día.

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