lunes, 11 de junio de 2012

DIARIO DE UN BRIGADISTA: A MATAGALPA, IDA Y VUELTA




Sábado, 3 de mayo de 1980

Los viajes parecen ser algo inherente a nuestra misión. Nosotros, en cierto modo hemos tenido suerte (o tal vez no, según se mire), en el sentido de que nuestra labor pedagógica la tenemos que desarrollar en tan solo dos haciendas, distantes entre sí unos veinte minutos de camino. Aquí las distancias se miden en unidades de tiempo, en una especie de sinestesia consagrada. Las haciendas, pues, nos proporcionan una población concentrada, en contraposición con los caseríos y haciendas mínimas en las que para conseguir un número idóneo de alfabetizandos hay que recorrer haciendas y haciendas, kilómetros y más kilómetros y minutos y más minutos. Nosotros en ese aspecto hemos tenido suerte (o desgracia, según se mire).
Sin embargo, no por ello nos privamos de los viajes, que por otra parte, casi son necesarios.
Hoy, hacia las nueve de la mañana bajé a Matagalpa, donde me encontré con Luis y Pepe el gallego, los compañeros de Yúcul; subimos a casa de los coordinadores donde recogimos el cordón umbilical que nos unía a la madre patria: el correo.
Comimos en Los Pinchitos, después nuevamente en casa de los coordinadores donde dialogamos con Eloy Medel y Andrés, el de Guadalajara. Estos se fueron, yo compré una libra de carne por diez pesos, y en el autobús regresamos a San Ramón.
Ada y Julia se encontraban en este pueblo haciendo raid, justo cuando llegamos nosotros lo consiguieron y ya juntos subimos a Santa Celia. En el trayecto, un mono que denominan congo comenzó a chillar, y Ada se fue en un caballo con un campesino de Santa Marta, que apareció de entre el bosque. Julia y yo continuamos el trayecto andando.
Hoy nos han enviado una nueva brigadista, la compañera Karen Zúñiga, y por la noche, como ya es casi costumbre, tuvimos reunión, de contenido pedagógico, político y sociológico.

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