lunes, 17 de septiembre de 2012

CARTA A UN LEGIONARIO




CARTA A UN LEGIONARIO (*)


Mi querido amigo:
No paseo ya por nuestra Plaza de los ochenta y tantos arcos, no oigo sonar ni las dos de la tarde ni las diez de la noche en el reloj del Ayuntamiento, no saboreo ya aquellas cervezas dobles que nos servía Quique, no tengo auditorio a quién interpretarle el significado de las fachadas y medallones, no contemplo a Godoy picado ni las cuatro banderas del balcón del Ayuntamiento, no tengo mujeres a quién declarar mi amor, no tengo maestro que me interprete la mitología paseando bajo los soportales, no escucho tus historias de Salomón y la reina de Saba, de Chirín y Cosroes, de Tristán e Isolda, de Abelardo y Eloísa y tantas otras historias de amor.
No he vuelto a obtener tu compañía, amigo mío, pero la vida no me ha sido absurda, y los días de felicidad me han ido parejos con los días de dolor.
Tu vida, mi valiente legionario, ha sido muy dispar a la mía. Tú tampoco paseas ya bajo las arcadas de la Plaza, ni escuchas mis historietas, ni me cuentas tu mitología, ni bebes más cerveza de la que nos servía Quique, ni disfrutas de nuestra mutua compañía. Pero la vida te ha sido absurda y traicionera y tus días de dolor han sido más largos que tus días de felicidad.
No tuviste suerte en amores, o quizá la tuviste en demasía. Murió tu complemento vital cuando en la flor de su vida comenzaba a alborear la comprensión de la felicidad, y tu corazón, que empezaba a entrever la esencia de la dicha, quedó marchito para siempre. El mundo no te compadeció y, en cambio, te mostró su incomprensión. Estuviste a punto de amar otra vez, pero el grave dilema de elección celestial entre la amada muerta y la que aún viviera te llevó a alistarte en la Legión. Nadie sabía tu historia mas la Legión suponía que un gran dolor te mordía como un lobo el corazón. Conseguiste así otra de tus hazañas en tu extraña existencia aventurera: ser novio de la muerte. La novia que te llevó la leucemia no se sentirá celosa de tu elección, más bien, intuyo que la esperaba. Recitará, alegre, en la séptima esfera del paraíso, vuestra canción favorita, "En el año 25 25" (In de yir tuantifai, tuantifai = In the years twenty five, twenty five...), y le harás caso cuanto te pida que cantes "Cielito lindo"
"Canta y no llores,
porque cantando se alegran, cielito lindo
los corazones",
porque sabe que lloras en las noches de soledad.
Tu novia muerta no volverá a pasear contigo bajo los soportales de la Plaza Mayor, no volverá a comprarte zapatos nuevos ni a ganarte al ajedrez, pero está contenta porque sabe que al ser tu infierno la tierra, terminarás uniéndote con ella en el cielo a través de vuestra novia común, la muerte.
Sabe que muchas veces le cantas "El Novio de la Muerte" y aún el último estribillo resuena en sus oídos:
"Por ir a tu lado a verte,
mi más leal compañera,
me hice novio de la muerte,
la estreché con lazo fuerte,
y tu amor fue mi bandera”
Yo no quise ser legionario, pero sabes que te comprendí. Tuvimos una vida aparentemente paralela, pero en el fondo del arcano, en algún lugar perdido del universo, nuestras vidas convergieron y de este punto, feliz punto e inmortal sea para siempre, surgió nuestra amistad y nuestra comprensión.
Hoy te escribo porque sé que estas líneas te servirán de consuelo, porque sabes que son de comprensión y porque, en definitiva, ansío a que tú también seas feliz.
Hasta pronto, mi querido amigo. Un fuerte abrazo.

Viator, 20 de enero de 1978

(*) Esta carta obtuvo el Primer Premio de Literatura del Reemplazo 1978/1º en el Campamento “Álvarez de Sotomayor” de Viator (Almería).

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