CARTA A UN LEGIONARIO (*)
Mi querido amigo:
No paseo ya por nuestra Plaza de los
ochenta y tantos arcos, no oigo sonar ni las dos de la tarde ni las diez de la
noche en el reloj del Ayuntamiento, no saboreo ya aquellas cervezas dobles que
nos servía Quique, no tengo auditorio a quién interpretarle el significado de
las fachadas y medallones, no contemplo a Godoy picado ni las cuatro banderas
del balcón del Ayuntamiento, no tengo mujeres a quién declarar mi amor, no
tengo maestro que me interprete la mitología paseando bajo los soportales, no
escucho tus historias de Salomón y la reina de Saba, de Chirín y Cosroes, de
Tristán e Isolda, de Abelardo y Eloísa y tantas otras historias de amor.
No he vuelto a obtener tu compañía, amigo
mío, pero la vida no me ha sido absurda, y los días de felicidad me han ido
parejos con los días de dolor.
Tu vida, mi valiente legionario, ha sido
muy dispar a la mía. Tú tampoco paseas ya bajo las arcadas de la Plaza, ni escuchas mis
historietas, ni me cuentas tu mitología, ni bebes más cerveza de la que nos
servía Quique, ni disfrutas de nuestra mutua compañía. Pero la vida te ha sido
absurda y traicionera y tus días de dolor han sido más largos que tus días de
felicidad.
No tuviste suerte en amores, o quizá la
tuviste en demasía. Murió tu complemento vital cuando en la flor de su vida
comenzaba a alborear la comprensión de la felicidad, y tu corazón, que empezaba
a entrever la esencia de la dicha, quedó marchito para siempre. El mundo no te
compadeció y, en cambio, te mostró su incomprensión. Estuviste a punto de amar
otra vez, pero el grave dilema de elección celestial entre la amada muerta y la
que aún viviera te llevó a alistarte en la Legión. Nadie sabía
tu historia mas la Legión
suponía que un gran dolor te mordía como un lobo el corazón. Conseguiste así
otra de tus hazañas en tu extraña existencia aventurera: ser novio de la
muerte. La novia que te llevó la leucemia no se sentirá celosa de tu elección,
más bien, intuyo que la esperaba. Recitará, alegre, en la séptima esfera del
paraíso, vuestra canción favorita, "En el año 25 25" (In de yir
tuantifai, tuantifai = In the years twenty five, twenty five...), y le harás
caso cuanto te pida que cantes "Cielito lindo"
"Canta y
no llores,
porque
cantando se alegran, cielito lindo
los
corazones",
porque sabe que lloras en las noches de soledad.
Tu novia muerta no volverá a pasear
contigo bajo los soportales de la Plaza Mayor , no volverá a comprarte zapatos
nuevos ni a ganarte al ajedrez, pero está contenta porque sabe que al ser tu
infierno la tierra, terminarás uniéndote con ella en el cielo a través de
vuestra novia común, la muerte.
Sabe que muchas veces le cantas "El
Novio de la Muerte "
y aún el último estribillo resuena en sus oídos:
"Por ir a
tu lado a verte,
mi más leal
compañera,
me hice novio
de la muerte,
la estreché
con lazo fuerte,
y tu amor fue
mi bandera”
Yo no quise ser legionario, pero sabes
que te comprendí. Tuvimos una vida aparentemente paralela, pero en el fondo del
arcano, en algún lugar perdido del universo, nuestras vidas convergieron y de
este punto, feliz punto e inmortal sea para siempre, surgió nuestra amistad y
nuestra comprensión.
Hoy te escribo porque sé que estas líneas
te servirán de consuelo, porque sabes que son de comprensión y porque, en
definitiva, ansío a que tú también seas feliz.
Hasta pronto, mi querido amigo. Un fuerte
abrazo.
Viator, 20 de enero de 1978
(*) Esta carta
obtuvo el Primer Premio de Literatura del Reemplazo 1978/1º en el Campamento “Álvarez de Sotomayor” de Viator (Almería).
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