viernes, 22 de febrero de 2013

DIARIO DE UN BRIGADISTA: PENDIENTES DEL HURACAN ALLEN





Martes, 5 de agosto de 1980

Día sin pena ni gloria. Supervisé a Danilo y leí mi propia producción poética. Seguimos sin luz.

Miércoles, 6 de agosto de 1980

A diferencia de estos días atrás, hoy ha amanecido buen día y así ha continuado todo el día. Me ha recordado el calor veraniego de España. Acompañé a Julia y a Luz Marina a Santa Marta.
A las once y media de la mañana hicimos un círculo de estudio que se prolongó hasta la una de la tarde y en el cual Marta y Patricia fueron sancionadas a hacer cien ranitas cada una.
Sobre las doce de este día, la radio anunció que el huracán Allen que acababa de devastar Cuba y Puerto Rico se dirigía hacia Nicaragua. Estuvimos todo el día pendiente del huracán. Aquí en Nicaragua ya conocen los estragos de los huracanes. Sería catastrófico que en una economía empobrecida como la de este país se hundiera más en los abismos por los desastres naturales. Nosotros seguíamos con expectación la evolución del huracán a través de la radio e incluso pensamos donde refugiarnos en caso de que efectivamente llegase a estas montañas.
Por fortuna, sobre las seis de la tarde, la radio anunció que el huracán había perdido intensidad, pasando de los doscientos kilómetros por hora a los treinta y cinco kilómetros por hora, y que se había desviado hacia el norte, a México y las costas de Florida, por lo que Nicaragua ya no correría peligro.
Después de cenar, estuve hasta las nueve y media de la noche observando el panorama nocturno del trópico a través de los cristales, porque me dolía la espalda y no podía estar acostado. Sobre esa hora, sin embargo, me acosté, porque evidentemente había que recuperar el equilibrio fisiológico a través del sueño.

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