viernes, 1 de febrero de 2013

DIARIO DE UN BRIGADISTA: ASAMBLEA DE COMPROMISO EN LA REINA





Martes, 22 de julio de 1980

Hoy, sobre las nueve de la mañana, fuimos a La Reina. No sé de donde le vendrá el nombre, pues Nicaragua, que yo sepa, jamás fue reino ni posó en ella sus plantas reina alguna. Quizá fuera debido a que tuviera más preponderancia económica en esa zona, pues posee minas de oro, filones que aunque se encuentren sin explotar, dicen que llegan hasta el subsuelo del mismo San Ramón. Como quiera que fuere no fuimos a La Reina como conquistadores de riquezas materiales sino que fuimos a un intercambio cultural.
Teníamos previsto que la Asamblea de Compromiso (así se llama el acto que desarrollamos) comenzara a las diez de la mañana, pero tal acto de emulación lo comenzamos con dos horas de retraso, característica normal de este país en que hemos visto que le sobra tiempo para la prisa y le falta tiempo para la calma.
Cuando llegó nuestro turno; tras San Pablo, que leyó un documento político; comenzamos entonando el himno de ANDEN, “Legión de maestros”, aquel que Paco creara en el camino de El Cantón remedando la Madelón legionaria española. Paco, sempiterno director de orquesta, marcó el uno, dos, tres, que marcaría el comienzo, y Elvira, Ana Rosa, Luis, Pepe y yo juntamente con Paco lanzamos al aire las vibrantes notas de "Vamos al frente vivos y ligeros...” mientras los concurrentes, silentes y en firme escuchaban un himno que estará de moda durante algún tiempo.
Santa Celia es conocida por amplias zonas del municipio de San Ramón, hasta La Pita, El Diamante, Sabalete, Apantillo, o San José de la Mula, por su capacidad de trabajo y espíritu de sacrificio.
Recité después yo “Una nueva libertad”, poema de Nicaragua y para Nicaragua, que compuse allá en marzo en los tiempos del Cuarto Taller. Lo recité de forma sencilla, pausada, de la misma manera que como lo escribí. Cantamos después una canción legionaria, “Pobrecitos maridos infelices” en versión original, advirtiendo que al final se oirían algunas palabras fuertes; tuvimos que repetir el comienzo porque se nos saltaba la risa; pusimos un poco de voluntad y la cantamos hasta el final.
Representamos más tarde otro número, un sociodrama que debía de criticar al régimen somocista; Ana Rosa y Elvira hacían de personajes principales, nosotros los secundarios, Luis y yo representamos el papel de borrachos, y le pusimos letra nueva a El vino que tiene Asunción; la siguiente: "El guaro que tiene Asunción, ni es oro ni es plata, porque es de lijón. Asunción, Asunción, échale guaro al porrón".
Después cantamos dos canciones típicamente españolas, y las cantamos con el sentimiento.
Paco comenzó la estrofa primera de "Triste y sola":

Las calles están mojadas
y parece que llovió;
son lágrimas de una niña
de una mujer que lloró.

y nosotros tres, Pepe, Luis y yo, continuamos con el acompañamiento:

Triste y sola, sola se queda Fonseca
triste y llorosa queda la Universidad
y los libros;
y los libros empeñados
en el Monte,
en el Monte de Piedad.
No te acuerdas cuando te decía
a la pálida luz de la luna
yo no puedo querer más que a una
y esa una mi vida eres tú.
Triste y sola...

La tuna, gallega o castellana, compostelana o salmantina, creó dulces canciones. Fonseca es prácticamente la Universidad española, y los que un día fuimos estudiantes la cantábamos amoldándola a nuestras respectivas facultades.
Terminamos la emulación cantando el españolísimo “Pasodoble”:

Con una guitarra
y un par de palillos
nació el pasodoble
flamenco y cañí
y dice la historia
que fue a su bautizo
el sol y la luna y tó el Albaicín...

Pusimos así punto final a una emulación españolísima allá en La Reina.
Posteriormente participó Uluse, con Adrián, responsable comarcal de aquella zona y José Luis Cardó, español de Zamora.
Finalizó el acto con la participación de Yúcul La Reina, con varios números, entre ellos, la recitación por parte de Vicky del poema de Rubén, "Caupolicán".
Nos fuimos a comer después a San Ramón, donde permanecimos hasta las seis de la tarde aproximadamente.
Mientras estábamos en la Comisión llegó Rafa, que nos llevó hasta Yúcul. Aquí cogimos todos los trastes nuestros y fuimos a llevar a Elvira a El Cantón. De El Cantón nos dirigimos a Santa Celia, pero pasada Bavaria no tiraba la camioneta por el mal estado del terreno; ya en una ocasión un camión del INRA hubo de subir con cadenas; y tuvimos que desandar el camino. Regresamos a Los Pinares y por el camino de la cuesta de Yúcul intentamos llegar a Santa Celia. Nos quedaría una media hora para llegar andando a Santa Celia, cuando en un puente no restaurado en el que se había formado un amplio charco se quedó la camioneta atascada y no tiraba ni para adelante ni para atrás. Más de una hora nos tiramos para conseguir que saliera; y al final hubimos de encharcarnos nosotros también, nos pusimos perdiditos de lodo, barro y fango; aunque, justo es reconocerlo, la participación más activa la tuvo Salvador, el nica miembro de la Juventud Sandinista que nos acompañaba.
Cuando salimos del charco, debido a lo cerca que estábamos de la hacienda ya, estuvimos discutiendo si andar la media hora que faltaba de camino o regresarnos a Los Pinares. Yo quería irme a la hacienda, pese a lo intempestivo de la hora y la inclemencia de la noche; Paco estaba indeciso, y Rafa, siempre velando por nuestra seguridad, quería que regresáramos a Yúcul en la camioneta. Paco, no tan pragmático como siempre, esta vez condescendió con Rafa y nos bajamos a Yúcul, donde hicimos nosotros noche y Rafa se marchó a Matagalpa.

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