Domingo,
20 de abril de 1980
En el cine Margot vimos en la matinal a “Los
tres mosqueteros”.
Debido al espléndido sol, o a pesar del
mismo, dedicamos la tarde a asistir a uno de los espectáculos más populares de
Matagalpa: la lucha de gallos.
Ignoro la procedencia de este
"deporte". Sé desde mi adolescencia que es popular en Filipinas, y oí
a mis mayores que en España, en mi zona natal al menos, también había lucha de
gallos, y digo “había” porque yo personalmente nunca las conocí.
Hube de pasar "el charco" y
varios miles de kilómetros para asistir a una lucha de gallos.
El espectáculo tuvo dos fases, mejor
dicho, lo vi desde dos diferentes ópticas:
Por un lado desde la perspectiva de
las personas, fijas en la lucha y cruzando apuestas por uno u otro gallo. Aquí en este punto es preciso conocer la
clase y la gallardía de los distintos animales, y saber contener la pasión por
el juego. Vi a personas perder hasta cuatrocientos córdobas en, digamos, dos
horas, cuando el salario de un cortador de café es de veinticinco pesos
diarios, y el de un maestro de primera enseñanza sólo alcanza tres mil
seiscientas ochenta tusas al mes; algo más de ciento veinte diarias.
Y a no ser
que a los gallos les administren junto a su comida drogas para estimularlos o
deprimirlos -lo que como lego en la materia, no sé-, no se puede creer que haya
tongo entre los distintos gallos, los cuales luchan en leal lid.
El otro punto de vista es el de los
propios animales. Nunca me gustaron, moralmente, los deportes violentos y
cruentos, aunque estéticamente constituyan un vistoso espectáculo; y así estoy
en contra del boxeo, del toreo, ("Lucha toro, es tu derecho") y de la
lucha de gallos. Animales que ya desde su nacimiento; casos del toro y del
gallo, son predestinados a un fin que un día inexorablemente han de cumplir.
Y en aquella plaza de un coso no mayor a
unos quince metros cuadrados, vi morir varios gallos en noble lucha con sus
semejantes, mientras el público -idéntico en todas partes- gritaba animando a
su gallo favorito o bien a aquel por el cual cruzó su apuesta. Veinte, cincuenta, cien pesos por el
rojo, por el blanco, por el de la cinta verde, etcétera, contra veinte, cincuenta,
cien bolas por los de la cinta negra, blanca, gualda...
¡Miseria de miserias! La pasión por el
juego y el espectáculo a costa de la sangre ajena en la tarde matagalpina.
Fuimos después al Hotel Agualcas donde
estuvimos viendo el final del programa "Trescientos Millones"; un
programa que a mí personalmente me gusta bastante, y tiene bastante aceptación
en Hispanoamérica, al menos aquí en Nicaragua. Hoy trató sobre la caña de azúcar
de Motril y Puerto Rico, y también de Almería y de Venezuela. Al final del
programa se dan los resultados del deporte rey español, el fútbol, aunque creo
que son los de una semana atrasada; nos enteramos que el Salamanca perdió
uno-tres ante el Burgos, y que siguen la Real Sociedad y el Real Madrid en la cabeza de la
clasificación.
Ya bien entrada la tarde, seguimos viendo
cine, esta vez "Furia", y después de cenar, dormimos en casa de los
coordinadores porque no nos queda ni un duro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario