Como continuación a la memoria de Tomás Borge, recopilo
un chiste de Pepito, que en España sería Jaimito, extraído de “La paciente impaciencia”, su libro de memorias; capítulo
35, al final del apartado 2.
“Sólo ocho días después, Juan José Ubeda pudo ponerle fin
al de Pepito que, según dicen, también fue muy celebrado. Cuando estábamos
juntos –eso de que ya estábamos juntos es otro capítulo— Juan José nos contó el
chiste: La maestra, joven, ingenua, es decir, piernuda, con eterna cara
sorprendida, pregunta:
—Rodolfo, cuando usted sea grande, ¿qué le gustaría ser?
—Ingeniero, maestra.
—Muy bien, lo felicito. Es una profesión de grandes
rascacielos, quiero decir de grandes perspectivas.
—¿Y usted, Edgar?
—Médico, maestra.
—Ya lo sabía, usted es un niño sensible; quiere decir que
usted hará operaciones, sacará apéndices, cortará piernas trituradas. ¿Tiene la
misma vocación que la esposa del Chiri Guzmán?
—No, eso me da asco, maestra. Sólo voy a recetar
antihistamínicos, antibióticos de amplio espectro, antipiréticos.
Edgar Lang le pregunta a Juan José qué tiene eso de
chistoso y cómo un niño va a saber qué hijueputa quiere decir amplio espectro y
antipirético.
-Esperate, tené paciencia —responde Juan José, que
empieza a reírse. Y pide un poco de café.
—¿Sin azúcar?
—¿Y usted, Pepito? —interroga la maestra poniendo un codo
sobre la mesa, mirando con simpatía al pícaro, famoso, incorregible...
—Apurate —dice Rodolfo Amador. La maestra se impacienta
por la interrupción y se pasa la mano por el cabello.
—Yo, maestra —y Juan José arrastra las palabras— quiero
ser la tarde.
La maestra y nosotros miramos desconcertados a Pepito.
—¿La tarde? ¿Quiere decir que usted escribirá poemas
respetuosos o pintará el arcoiris?
—¡Apurate... no jodás! —dice impaciente Roberto (Pirica) Mc Ewan, viendo tiriciento a la
maestra y a Juan José.
—...tal vez lo que pretende es pintar en una tela el sol cuando
se oculta.
—No, maestra. No quiero ser poeta, ni pintor; quiero, es
simple, ser...
—¿Y qué quiere ser, entonces? —explota la maestra y hasta
Marcio, que nunca habla.
—Ya le dije: la tarde.
—¡Explíquese! —La maestra está en guardia.
—¡Ah! Es que cuando usted, maestra, viene retrasada a
impartir sus clases, siempre dice: Perdonen,
muchachos, que me cogió la tarde.”
Tomás Borge: La paciente impaciencia |
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