Me entero por el blog de Loren Sanchís,
Brigadas de solidaridad en Nicaragua, del fallecimiento de Tomás Borge, el polémico dirigente sandinista, ocurrido el pasado 30 de abril. Descanse, Mario, en paz. Mario fue su sobrenombre en la clandestinidad.
Si bien no le traté, llegué a conocerlo.
Leí hace veinte años “La paciente impaciencia”, su libro de memorias, en el que
nos narra sus avatares vitales, y aparecen páginas de humor.
Amado y odiado a partes iguales, fue acusado de enriquecerse en la "Piñata Sandinista", de censura a los medios de comunicación, e incluso de genocidio de comunidades indígenas del Caribe nicaragüense.
Mi visión del personaje, sin embargo, va asociado a chistes y al humor. En la trilogía que le dedico, contaré lo que de él escribí en mi Diario del día en que le conocí, ya en la postrimería de la Cruzada, aunque para la ocasión tenga que adelantarme en el tiempo; y en las dos entradas siguientes, le homenajearé a través del humor. Contaré para ello un chiste de Pepito, que en España sería Jaimito, que él mismo contó en sus memorias, y otro también jocoso que escuché y escribí sobre él.
Mi visión del personaje, sin embargo, va asociado a chistes y al humor. En la trilogía que le dedico, contaré lo que de él escribí en mi Diario del día en que le conocí, ya en la postrimería de la Cruzada, aunque para la ocasión tenga que adelantarme en el tiempo; y en las dos entradas siguientes, le homenajearé a través del humor. Contaré para ello un chiste de Pepito, que en España sería Jaimito, que él mismo contó en sus memorias, y otro también jocoso que escuché y escribí sobre él.
Diario de un brigadista.
Martes,
19 de agosto de 1980
De temprano nos fuimos a San Ramón en el
coche de don Enrique; nos volvimos con los brigadistas en el camión de la
hacienda de Yúcul. Después fuimos a desayunar y Pepe, Luis y yo nos fuimos al
estadio sobre las doce del mediodía.
El Estadio Nacional de la capital
matagalpina fue el escenario del segundo encuentro de las autoridades con las
masas alfabetizadoras de este país tras la Cruzada.
Si el día anterior en San Ramón se
reunieron a nivel municipal los brigadistas integrantes de las distintas
comarcas y haciendas, ahora iba a procederse a reunir a todo el departamento,
por orden de importancia en cuanto a porcentaje de alfabetizados. San Ramón
desfiló en tercer lugar, tras San Isidro y Terrabona. Curiosamente, el municipio de
Darío, patria del más ilustre vate centroamericano, y ciertamente del precursor
de la conciencia literaria iberoamericana, Rubén Darío, quedó en el último
puesto, el décimo, del departamento.
Tras haberse situado en el centro del
Estadio todas las legiones alfabetizadoras, tomaron la palabra ilustres
dirigentes del sandinismo, entre ellos Tunnermann, matagalpino él, y con dos
hijos, según sus palabras, haciendo montón en la masa ignota que ocupaba el
césped. Y tras Tunnermann, Tomás Borge, el valiente dirigente sandinista cuya
posible emasculación era motivo de risa y chiste en las pocas animadas
tertulias irónicas de la noche nicaragüense.
Borge quizá se ría de los que de él se
ríen; porque después de todo, aún vive. Otros muchos, además de los testículos,
perdieron su vida, tal fue la flagelante tortura genocida que,
desgraciadamente, aún cobra actualidad en otros muchos puntos del mismo
continente.
Y Borge encendió a las masas con un
discurso patriótico de primera magnitud, un discurso revolucionario que dejó
prendida la llama para la asistencia a la declaración final de victoria en la
propia Managua, y fomentar la confianza del pueblo en sus dirigentes.
Y con esta nueva victoria se abre un
periodo de regeneración y esperanza y recuperación de la castración moral que
Nicaragua sufrió en la negra, dura y esclava etapa de la dictadura somocista.
Ahora no hay cabida para la frase: “Con Somoza vivíamos mejor”.
Sobre las cuatro de la tarde nos fuimos.
Estuvimos conversando con la mujer de don Enrique; después, tomando unos
bocadillos mientras ya pasaba el desfile. Nos fuimos a casa de los españoles;
cuando pasaron los de San Ramón, Julia y Luz Marina se salieron del desfile y
estuvimos cenando en Casa Martín. Llegó Richard a llamarles la atención por
salirse de formación. Le dije que las iba luego a acompañar yo, que perdiera
cuidado. Después fuimos a Guanuca, lloviendo como estaba; les dejé las bolsas;
después fuimos a la plaza de Rubén Darío, pues Julia había quedado allí con
Anay, pero no la vimos. Sobre las nueve y media de la noche, como estaba
lloviendo, se fueron para el colegio, las acompañé hasta la puerta. Después
regresé al hotel. Me acosté. Sobre las once de la noche llegaron Pepe, Luis,
Paco, Ruth y Patricia que habían estado bebiendo en casa de don Enrique. Pepe
se quedó y los otros se fueron.
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