viernes, 11 de mayo de 2012

TOMÁS BORGE: IN MEMORIAM (y 3)




Para cerrar la trilogía sobre el recuerdo de Borge, recreo un chiste que sobre él me contaron, y que escribí en aquel año de 1980. En el imaginario popular, se daba por cierto que Borge había sido castrado por la Guardia somocista, y en el juego de palabras irónicas, surgían los chistes. Dentro del lamento de su fallecimiento, quedémonos con el lado ameno. Seguro que a él también le gustaría. 


Escrito en Nicaragua el 9 de junio de 1980.

“Ignoro que tal anda la libertad de expresión en Nicaragua; vemos que "La Prensa" aparece y desaparece irregularmente como los ojos del Guadiana; pero lo que hoy nadie me podrá prohibir es que en mi Diario Privado escriba lo que me dé la gana.
El caso y ello es, que la gente se ríe aquí también a costa de la desgracia ajena; y el comandante Tomás Borge, ministro del Interior, creo; castrado por la Guardia Nacional, dicen, aunque eso quién lo sabe; lo raro, desde mi punto de vista es que no esté muerto en tal caso; Borge, decía, es el objeto de la burla y el chiste de la población. Sobre un chiste que a propósito de él me contaron, redacté el siguiente artículo:

Para reírte, hermano. ¿Quieres descubrir a Nicaragua en calzones? Adéntrate en la ironía de la sabiduría popular de los chistes, de la gracia, de la sal, de la esencia de la vida. En esas escasas veladas agradables que de cuando en cuando uno disfruta en este país; sufrido país que hasta el aire y los paños menores tiene politizados a causa de la guerra. Tomás Borge castrado por la guardia somocista; mal menor en una época, la guerra, en que cualquier crimen, cualquier acción punible estaba permitida; se halla descansando tranquilamente en su cama, no ciertamente una cama de rey pero tampoco era una dura cama de tabla de los sufridos campesinos. Tomás Borge, decía, acostado en una cama normal y corriente de un ciudadano normal y corriente de esta Nicaragua que no es normal y va contra corriente; llama a una muchacha que no sé si decir normal y corriente, pero muchacha al fin y al cabo. No era precisamente una Venus cautivadora, pero tampoco podemos decir que poseyera la fealdad de las Furias, tal como nos las presentan la mitología o los cuadros clásicos. Simplemente no tenía desarrollados los pechos para ser mujer, pero los demás encantos femeninos los tenía. Borge la llama y la manda desnudar.
-Señor, no puedo -dice avergonzada la muchacha.
-¿Por qué? -pregunta extrañado el protagonista.
-Es que... señor -sigue avergonzada la muchacha-, señor, soy sintética -explota por fin (fibra de nylon, algodón en rama, comunión de tesis y antítesis, a saber qué era la muchacha aquella).
-Eso no es problema -contesta Borge-, yo aquí estoy y soy simbólico (enseña, bandera, himno, apócope gramatical, letra de elemento químico, Borge sintetizando el símbolo de su persona).
Para reírse, hermano. De un Borge, dirigente revolucionario con un sueldo a saber de cuantas tusas y que no puede leer “La Prensa” por carecer de dos bolas o haber perdido dos pesos, valor del periódico, y no poder echar mano de ellos en el momento justo en que el chavalo pregona su venta. Él rabiará de impotencia, pero la gente en las escasas veladas agradables de esta Nicaragua ríe con gusto descubriendo a los dirigentes del país en calzones. ¿Nos olvidamos de todo, lo tomamos como un chiste y nos reímos también nosotros, hermano? Pues a lo dicho, hermano.”


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