Jueves,
26 de junio de 1980
Hoy ha sido un día excelente, pues no ha
llovido nada en toda la jornada.
Me levanté ya con intenciones de ir a
Matagalpa, y salí sobre las ocho y media de la mañana de Santa Celia. En una
hora me puse en Yúcul; aquí estaría cosa de media hora hasta que cogí un raid
que me llevó directamente a Matagalpa, donde llegaría sobre las diez y media de
la mañana. Me mandó Ruth que fuese por el hospital a ver si aún estaba un
suéter verde suyo que extraviamos allí el día que bajamos con Socorro; era
naturalmente casi imposible que estuviera, pero por no tener carga de
conciencia al menos, fui; naturalmente no estaba. Las cosas no desaparecen,
solo cambian de dueño o de lugar; no se perdió, a buen seguro.
Pasé más tarde por la comisión
departamental a poner una carta de Julia para Anay, en Walala, y otras dos
cartas de las brigadistas para Radio Insurrección.
En Foto Estudio Santamaría me saqué unas
fotos para el censo de extranjeros.
En la casa de los coordinadores españoles
estaba Blas solo; pues al parecer, todos los coordinadores, Palomares incluido,
han bajado a Managua.
Tras comprar unas cosas, fui con Blas a
comer a Los Pinchitos, y a las dos de la tarde cogí el bus para San Ramón.
En San Ramón fui por la dirección de
circuito, residencia de los españoles, donde Pedro el de Soria me dio las
cartas que reanudaban la cadena semanal, cortada periódicamente cada seis días
y reanudada el séptimo.
En la Comisión, una de apoyo logístico,
me entregó un par de botas y pantalón de la Cruzada; con otra estuve discutiendo
porque decía que el modelo estadístico que le había entregado estaba mal; no
tengo mucha idea de cuestiones matemáticas, económicas y empresariales; pero era
de sentido común que como pretendían que fuera no cuadraba con la realidad,
mientras que como lo traía yo hecho cuadraban las cuentas desde cualquier
perspectiva que se mirara. La estuve convenciendo de que tenía yo razón; pero
al final lo de siempre: la
Cruzada dice “arre” y “arre” ha de ser, aunque la razón la
tenga el "so". Es el triunfo de la intransigencia que no admite
razones, frente a la razón misma.
Cogí raid hasta Los Pinares, donde llegué
a las cuatro y cuarto de la tarde, y de allí a Santa Celia en algo más de una
hora, sobre las cinco y media ya estaba en mi residencia.
La reunión fue para pedir necesidades de
material, crítica y autocrítica.
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