Domingo, 22 de junio de 1980
Cuando a desacostumbrada hora de la
mañana me despertaron, antes de las cinco de la madrugada, las encontré a todas
levantadas, pero me volví a acostar y no les di importancia. A las siete ya me
levanté y recorrí la hacienda de punta en blanco. La casa hacienda, la bodega,
el beneficio. Nada. Me encontraba solo, más solo que nunca, en la hacienda.
Llegó un brigadista de Los Pinares a llevar el programa de los actos a
desarrollar en el aniversario de Carlos Fonseca, para entregárselo precisamente
a Marta, como responsable de célula de las brigadistas.
- Estarán a Santa Marta- le respondí,
ignorante.
El brigadista marchó, pero el programa no
pude entregárselo a Marta. No habían estado en Santa Marta, sino en La Lima , junto a la
carretera del Tuma, despidiendo a Marta que desertó hacia Managua. Y se salió
con la suya, por agarrar la varita.
A las brigadistas que quedaron les eché
la bronca por haberla acompañado y ser cómplices y consentidoras; y ponernos a
nosotros entre la espada y la pared. Porque a ver con qué fuerza moral íbamos a
defenderlas si se descubriera que había desertado, aunque con el atenuante de
regresar. Pero aquí no hay atenuantes. O se es o no se es. Ser o no ser, esa es
la cuestión. Y lo más grave de todo, es que mañana, veintitrés de junio, se
celebra el cuarenta y cuatro aniversario del nacimiento de Carlos Fonseca.
Tras la bronca, inútil me imagino, Julia,
Xiomara y yo nos fuimos a Los Pinares hacia las nueve de la mañana; pues
teníamos una reunión con Ana Rosa a las dos de la tarde, y me había dicho el
brigadista de esta mañana que había que llevar la comida. Solo se llevaron el
jabón. Pepe y Luis regresaron a las doce del mediodía de Matagalpa, trayéndome
cartas, y a la una de la tarde tuvimos reunión con Ana Rosa todos los ATP menos
Paco, que estaba en Matagalpa.
Cuando terminamos, sobre las dos y media
de la tarde y después de comer, me iba a ir a Matagalpa, pero llegó Paco de la
propia Matagalpa y ya no bajé. Pasamos el resto de la tarde con Ana Rosa y el
resto de los ATP, conversando.
Hacia las cinco de la tarde subimos a la
hacienda, contándonos por el camino todos los problemas que se habían
presentado en cuestión de horas. Ya en la hacienda, Paco se quedó conversando
con las muchachas y yo me fui a la cama.
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