viernes, 16 de noviembre de 2012

DIARIO DE UN BRIGADISTA: SOLOS EN LA HACIENDA





Sábado, 21 de junio de 1980

Esta mañana han bajado Paco y Patricia a San Ramón. Le di cuatrocientos pesos para que trajera potitos. Comenzamos después el Taller Sabatino Sandinista; en el que socializamos el Diario de Campo e hicimos sociodramas de taller, como en Managua.
Por la tarde, en una tarde aburrida, y justamente en las vísperas del aniversario de otro de los líderes del sandinismo, Carlos Fonseca, surge un nuevo problema. El mandador ha salido de la hacienda; Amanda, la cocinera, a punto de dar a luz, también; y solo quedamos en la hacienda las brigadistas y yo. Paco y Patricia también están ausentes. Marta, por mor de la confianza, comenzó ya en la tarde a fregarme sobre qué pasaría si desertara la mañana del domingo, -víspera del aniversario-. Ella bien que sabe lo que puede suceder. Los lineamientos sagrados de la Cruzada los había aprendido en el lejano marzo. Pero era solo por un día y quería visitar a su familia allá en Managua. Nosotros, acostumbrados a los viajes, sabíamos que invertíamos todo el día -léase del amanecer al atardecer, doce o catorce horas- en el viaje a San Ramón o como mucho a Matagalpa y regreso. Pero, sin embargo, le seguí la corriente. Quería irse, que se fuera, a ella no le ocurriría nada mientras estuviera yo, pues yo respondería para que nada sucediera. Yo en mi interior sabía que no tenía ningún poder y ella también lo sabía. Sin embargo, cuando ya entrada la noche seguíamos la misma historia, ella canturreando y más en serio que en broma, comenzó a preparar sus cosas.
- Oíme, Marta, no agarrés la varita- la previne.
- Dale vale, Chilo- me respondía.
Todos nos fuimos a la cama a soñar el sueño de los justos.

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