2
de marzo de 1980
REFLEXIÓN
SOBRE LA DIPLOMACIA
A veces pienso que ser diplomático es una
lata y otras veces pienso que la diplomacia se debería de organizar de otra
forma. ¿Cómo? No sé, pero pienso que relajando las normas sociales, olvidándose
de la etiqueta y dando curso a la espontaneidad.
Tras la comida, tuvimos una ajetreada
tarde de recepciones; primero en el Museo Hispánico y luego en la embajada española.
Allí vi personalmente a Ernesto Cardenal y otras personalidades ligadas al
mundo hispano-nicaragüense. Una serie de actos y discursos de bienvenida y
vinos de honor hasta bien entrada la noche. Fue ese día cuando tuve la primera
conversación personal con el embajador, don Pedro Manuel de Arístegui y Petit.
Estaba con otros dos compañeros sentados en unas sillas mientras los demás
seguían el baile y la fiesta a la española. Se nos acerca el embajador y nos
pregunta que si estábamos cansados, -él no lo estaba menos, a buen seguro-, y
nosotros le insinuamos que ya podía ir dando por terminada la recepción. No
pasó mucho tiempo cuando así sucedió. Y tan contentos todos de haber cumplido
el compromiso social; un compromiso que de no existir la etiqueta y actuar con
naturalidad, podía haberse celebrado al día siguiente, y haber dedicado ese
primer día para el descanso. Pero, claro, nosotros íbamos a hacer historia y
había que recibírsenos con todos los honores. Y maldita las ganas que teníamos
de recepciones. Al fin, montamos al autobús y a descansar. Treinta y una horas
de sueño atrasado reclamaban tal descanso. No sé si en el acto lo pensé, pero a
veces pienso lo aburrido que debe de ser la diplomacia, que además es eso. Es
decir, una lata.
Hacia las nueve de la noche fuimos a
pernoctar al Hotel Camino Real. Había terminado la jornada de contacto y muchas
horas en vela producen un pesado sueño. Si así es Managua, ¡qué placer!
Fotocomposición |
!que suerte conocer personalmente a Ernesto Cardenal!, sabes que estoy descubriendo a un Isidro que no conocia, me gusta lo que escribes.
ResponderEliminarUn abrazo