miércoles, 30 de noviembre de 2011

MEMORIAS DE FORO: LA FRAGUA DE ANDRÉS (2)



ESCENAS DEL AÑO DE LAS LLUVIAS


Aún no había terminado de salir el sol allá por Pedroso cuando Diógenes despertó con un fuerte dolor de cabeza en su cama de piedra. Vio la claridad matinal que comenzaba a penetrar por las rendijas de su fortaleza, y el techo desnudo de ladrillos recubierto de telarañas; al tiempo que el relente de la mañana le calaba los huesos. Buscó la chaqueta para protegerse del húmedo septiembre, y no la halló colgada del palo que tenía de percha en un agujero del caseto de riego, su morada de siempre. Tampoco la tenía de cabecera y comenzó a preocuparse. Se levantó tambaleante hacia la puerta, quitó la clavija y salió a la calle. El disco ya se veía redondo por el Ahijadero, y el frío de la mañana abofeteó a Diógenes en su rostro curtido. La cabeza comenzó a darle vueltas y tuvo que  apoyarse en el quicio de la puerta para no caerse. Repuesto de este primer recibimiento vuelve a su colchón de paja y piensa en la chaqueta que ayer trajo encima de la burra cuando regresaba de Cantalpino.

Pepa, su ama, despierta a esa hora en la ancha cama que ahora ocupa ella sola. A Manolo, su marido, le mataron en la guerra. Joven aún, Pepa encuentra el lecho ancho, triste y frío. No obstante se levanta, se acerca a la cama de las dos niñitas, ya huérfanas, las deposita sendos besos, las abriga bien hasta la cabecita y sale al corral. Ya en éste descorre la clavija de la puerta trasera para cuando llegue Lesmes a darle agua al ganado y entra nuevamente en la casa hacia la cocina. Prepara el almuerzo -torrezno, chorizo y pan duro-, lo mete en la cesta y se dirige a la huerta del Naciente, donde Diógenes ya había uncido la burra, la cabeza cubierta con un saco, al palo que elevaba los arcaduces de la noria.

Lesmes suelta el ganado del establo para que ellos solos se acerquen a la pila situada contra una pared del corral, y se paseen un poco por el mismo. Mientras, él apaja los pesebres, y después, cuévano al hombro, va al pajero de rebaños que dejó en la era para camas. Los tiempos no vienen buenos y no se puede malgastar la paja buena para acamar el ganado. Cuévano tras cuévano, Lesmes limpia el jergón de los bueyes, que después se hará curtida basura. Trae también un medio cuévano de paja garrobaza para la lumbre (la blanca se consume antes y ha de durar todo el día), en la que el ama Pepa atizará después el puchero: un poco de caldo con lentejas o garbanzos por variar, y si viene el caso, caldo sólo. Con un poco de pan saldrán unas sabrosísimas sopas de ajo, plato tradicional de este pueblo.
Lesmes saborea con fruición, ya en su casa, el torrezno y el huevo que le ha preparado la Macaria. Y vuelve a casa del ama Pepa en busca del arpón y la brienda. El jueves es feria en Salamanca y hay que tener traspaleado el basurero para no perder comba. Y no porque piense ir el jueves a los toros, "la vida está muy cara para el jornal de mierda que ganamos", opina, sino porque hay que ir después a aguzar las rejas a la fragua de Andrés e ir preparando la de la laguna de las Gruesas: "que la quiero sembrar pronto, antes que llueva fuerte y luego no hay quién entre", dice.

Boleras, que este año va a estar en casa del tío Juan Antonio, ya llevaba dos cueradas traspaleadas cuando llegó Lesmes, brienda y arpón al hombro. Tienen sus amos los muladares vecinos. Se había producido días antes un sonado robo de gallinas a la guardia de Pedroso, dejando sólo a un gallo, con el misterio de quién pudiera haber sido su autor, y sobre éste y otros temas, Lesmes y Boleras echan un parrafito para descansar.




Muladar

Continuará...

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