Apreciado lector:
Cada vez que se produce un cambio de gobierno, los que entienden están expectantes para observar y evaluar cuáles son los primeros pasos del mismo, y determinar de esa forma la probable inclinación en la toma de decisiones del gobierno recién nacido. Es lo que llaman “política de gestos”.
Esa misma política de gestos he querido tener en este espacio, en las primeras entradas, y ya advierto, y habréis advertido, que será la literatura en sus múltiples variantes, con relatos, vivencias y poemas, sin descuidar la opinión sobre temas de actualidad si se tercian, lo que abunde en este espacio, y para no menoscabar lo que acabo de exponer, tras haber visto los comienzos de las Memorias de Foro, (un conjunto de esbozos de relatos ambientados en mi pueblo natal), y un avance de una vivencia y relato ambientado en Nicaragua (prometo más remiendos), verás que en esta entrada pretendo cazar dos pájaros con un mismo lazo en una clara política de gestos de por dónde van mis gustos. Así, mi antigua afición por la poesía unida a la querencia hacia mi patria chica, Salamanca, dio como resultado el texto, ya añejo en mi memoria, que a continuación te ofrezco:
FIESTA NOCTURNA SALMANTINA
(Salamanca, 27 de noviembre de 1974)
Han terminado
el vals y el bolero. Buenas noches.
Todo el rebaño
racional
va susurrando.
A voces.
Tempestades de palabras
agolpándose en el eco
retumban.
No hay pasión, no hay deseo
de burla.
Todo surge natural.
El cielo
es claro bajo la luna.
El viento
sopla leve, levemente.
Salamanca nocturna
duerme
bajo el amparo de su leyenda.
Era fiesta y la hemos proseguido
en la noche inmensa.
La flauta deshoja al viento
aires viejos
y nuevos
aires de tuna.
El cansancio
se apodera de nosotros.
Relajamos nuestro cuerpo
en los sofás del andén de la estación.
Una densa atmósfera cargada
invita al sueño.
Nuevos aires de tuna
deshojados al viento
ponen fin a la fiesta.
Salamanca,
a las cinco de la madrugada
duerme, por fin, en paz,
en esa paz
y en esa calma
que le impregnaron los siglos.
Buenas noches. Quedan
lejos
el vals y el bolero.
Y un día nuevo
espera.
Salamanca. Casa de las Conchas |
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